XXIX

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—¿Te encuentras bien, Caitlin? —me pregunta Sarah, visiblemente preocupada.

Puedo notar como mis extremidades tiemblan ligeramente y también como se han vuelto frías al punto de empezar a dolerme.

¿Por qué esa reacción? Tú pretendías irte lejos de Dylan, que lo haya hecho él primero no cambia la situación.

Me preocupa. ¿Por qué se ha ido así como si nada? Tengo un mal presentimiento de esto.

—S-sí, él... ¿Cómo es qué...?

—Ven conmigo, te explicaré todo —propone, interrumpiendo mi torpe balbuceo.

Inicia la marcha hacia la espesura del bosque, pero al ver que no la sigo voltea a verme con expresión de desconcierto. Parece darse cuenta del pequeño detalle que me impide acompañarla. Suelta un suspiro justo antes de acercarse a mí.

¿Por qué creería que la acompañaría? Aún no confío completamente en ella. Además su proximidad es molesta, su energía negativa es similar a una pila de ladrillos en mis hombros, a cada minuto que transcurre se agrega un bloque más sobre mí.

Sarah se da cuenta de mi indecisión y desconfianza, por lo que cambia su postura preocupada a una un poco más relajada. Sin embargo, en sus ojos se sigue reflejando la inquietud de su interior.

—Jamás podría hacerte daño a ti, Caitlin. Me estaría haciendo daño a mi misma si hago algo que lastime a mi nieto.

Y si hubiese querido matarte supongo que ya lo habría hecho.

Es verdad. Soy consciente de la irrefrenable necesidad de matar que tienen los otros Raezer cuando se enfocan en su blanco. Nada más se les importa.

No muy segura de mi decisión termino aceptando. Necesito saber que es lo que sucedió para que Dylan se fuera así sin más.

No utilizamos nuestras piernas, Sarah ha venido en su vehículo.

Parece que ella y Dylan se toman muy en serio eso de pasar desapercibidos en la ciudad. No se arriesgan a ser vistos correr. 

Deberías aprender de ellos.

Sí, debería.

Llegamos a su casa en cuestión de minutos. Agradezco enormemente el primer bocado de aire fresco cuando me bajo del coche. El ambiente negativo allí dentro comenzaba a sofocarme.

Nos sentamos en asientos individuales en la sala.

¿Comenzará ella a hablar?

Parece ansiosa, no deja de estrujar sus manos. Y sus ojos están un poco tristes.

—¿Qué sucedió? —decido ser yo quien rompe el silencio. Quiero respuestas ahora.

—Es que... aún no lo comprendo —murmura ella con la mirada perdida en algún punto de la nada —. Esta mañana Dylan estaba furioso, fuera de sí. Sus ojos delataban que no había podido descansar nada. Intenté hablar con él, pero la charla nos llevó a una gran discusión.

Maldición, esto es mi culpa.

No tendría que haber hablado con él anoche. Tendría que haberme guardado las palabras y marchado sin decir nada.

¿Eso hubiese sido diferente? Yo creo que Dylan hubiese reaccionado de la misma manera.

—Y luego todo se salió de control —añade con voz ahogada.

Veo que toca cuidadosamente su brazo derecho y hace una pequeña mueca de dolor.

—¿Qué pasó luego? —insisto.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora