No debo dejar de correr por nada en el mundo. Tengo que llegar a la montaña cueste lo que cueste. Esquivo los árboles ágilmente y cruzo el bosque a toda velocidad.A decir verdad, no recuerdo por qué tengo que hacerlo.
Acelero el paso mientras el viento golpea con fuerza en mi rostro. Lo que más disfruto al correr es sentirme completamente libre.
No tardo en darme cuenta de que alguien sujeta mi mano en esta carrera. Giro la cabeza y sonrío ampliamente al ver a Dylan. Él me devuelve la sonrisa. Es como si lo de ayer jamás hubiese sucedido. Al parecer dejamos todo atrás y comenzamos de cero. Esto me gusta.
—Debemos controlar más seguido por si hay cambios —dice sobre el viento.
¿A qué tipos de cambios se refiere?
—¿De qué hablas?
Me doy cuenta de que algo está mal cuando noto que ya cruzamos por este camino hace un minuto atrás. Es como si estuviésemos repitiendo la misma ruta una y otra vez.
—Detente —me apresuro a decir mientras disminuyo el paso—. Algo está mal.
Dylan frena y me detengo junto a él.
—Es allí —me señala con el dedo un punto en la distancia.
Agudizo mi visión, pero no alcanzo a ver demasiado por culpa de un arbusto que obstruye el camino.
Pasan solo unos pocos segundos cuando se dejan oír unos suaves sollozos provenientes de aquel lugar.
Dylan me hace un gesto con la cabeza para que avance.
El bosque se torna más silencioso de lo normal. Es cómo si cada rama, cada hoja y cada árbol, estuviesen al pendiente de lo que sucede. Aguardan impacientes porque descubra lo que se encuentra oculto tras esos arbustos.
A medida que me acerco, los sollozos se oyen más fuertes.
A un paso de descubrir la verdad, veo entre las ramas la cabeza de una chica que se encuentra inclinada hacia adelante, con su cabello cobrizo cayéndole como una cascada a los lados. Su contextura me resulta familiar, al igual que el color de su pelo.
¿Quién es ella? ¿Qué está ocurriendo aquí?
—¡¿Por qué?! —solloza con fuerza, soltando las palabras con una ira contenida.
Cuando me muevo a un lado tengo un mejor panorama de la situación:
Ella se encuentra de rodillas en el suelo, al lado de un cuerpo que yace inmóvil sobre la hierba. Sus lágrimas caen sin cesar sobre la persona a quien lamenta. Es una situación desgarradora, pero aún más confusa cuando por fin logro ver su rostro.
Esa chica de rodillas que llora desconsoladamente soy yo.
Tengo miedo de ver quien es la persona que se encuentra tendida en el suelo. Ya me hago una idea de quién puede ser.
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CAITLIN | LIBRO I ~ Almas Gemelas
Ficção Adolescente¿Que la vida es justa? ¿Que siempre hay finales felices? No, nadie cree en eso, ¿o sí? Antes pensaba que podía darme un respiro de la monotonía de mi vida si me sumergía dentro de un mundo diferente, llamémoslo... libro. Sí, ellos han sido mi oxíge...