ADVERTENCIA: antes de seguir con la lectura, por favor regresen al CAPÍTULO I y vuelvan a leerlo. Si prosiguen sin haberlo hecho no entenderán algunas cosas de lo que leerán a continuación. Y por favor, absténganse de dejar spoilers allí, no quiero verme obligada a borrarlos.
REPITO: vuelvan a leer el CAPÍTULO I y regresen.
Una vez hecho, pueden continuar con la lectura ❤
...
Narrador omnisciente:
El joven cierra el libro y se dispone a mirar la portada con su ceño ligeramente fruncido. Lleva una mano a su barbilla y acaricia su áspera barba que ha comenzado a crecer; este último tiempo ha estado pensando que dejársela lo hace lucir un poco más mayor para su edad real, pero ni siquiera eso disimula sus cortos veintitres años. ¿Un médico con veintitres años? Impresionante, ¿verdad? Bueno, él siempre fue el más listo de su clase a pesar de sus inútiles intentos de ponerse a la altura del resto, quería una vida normal, tener amigos, solo que no pudo tener nada de eso hasta el internado.
Preparado y enfocado en su objetivo, Aristeo anhela con fervor ser un neurocirujano. Él tiene en un pedestal a su titular; lo ayuda en todo lo que puede, asiste a cada una de sus cirugías y controla a cada una hora a todos sus pacientes ingresados. Es el alumno ejemplar, como siempre lo ha sido.
—No lo puedo creer —murmura el chico con indignación.
La joven situada a su lado ya está acostumbrada a oír su voz. No puede verlo, pero al menos puede oír cada cosa que dice.
La puerta corrediza se abre de repente, y asoma la cabeza un hombre de unos pocos años más que él. Dean, su único amigo.
—¿Me llamaste? —pregunta.
—Solo si te llamas no lo puedo creer —responde con sarcasmo, pero con una ligera curva en sus labios.
—Qué chistoso, Aristeo —pone los ojos en blanco—. ¿Qué es lo que ocurre?
Dean sabe de sobra que a él le molesta que lo llamen por su verdadero nombre, prefiere que le digan Teo.
Aristeo alza una ceja al oírlo llamarlo así, pero esta vez no dice nada. Levanta el libro con una mano para dejarlo a la vista de su amigo.
—Ya lo terminé —anuncia, haciendo una pequeña mueca que deja en claro su disconformidad.
Dean termina por meterse dentro de la habitación trescientos cincuenta y nueve y se acerca a la silla contigua a la de Aristeo. Toma asiento y le quita el libro de las manos a su compañero.
—¿Y bueno? ¿Qué tal ese final? —le pregunta.
El largo suspiro de Aristeo es lo único que se oye en la habitación, además del ruido de las máquinas que están conectadas a la chica que se halla inconsciente en esa cama. Ellos tres son los únicos en ese cuarto.
—Me encantaría responder a eso, pero no tiene un final escrito.
Dean lo mira con el ceño fruncido. La tenue luz de la luna se filtra por la ventana, reflejándose en los ojos negros del futuro médico ortopedista.
—¿Cómo que no? —responde con extrañeza.
—Es cierto, no terminó de escribirlo.
Ambos giran la cabeza para ver a la joven. Decenas de cables salen por distintas partes de su cuerpo, su estado de coma sigue igual desde ese día, desde aquel trágico día.
—Tal vez, no alcanzó a hacerlo —dice Dean en un suave murmullo sin quitar su mirada afligida de la chica.
Aristeo baja la mirada hacia el libro que el hermano de la joven le entregó hace menos de un mes. Le dijo que ella lo había escrito tiempo antes del accidente, y que planeaba encuadernarlo apenas lo terminara, pero su hermano no tenía idea de que ella no había hecho tiempo de escribir un final. Se encargó de encuadernar el manuscrito para poder entregárselo al médico que se ofrecería encantado a leérselo cada noche. Ese día Aristeo tomó ansioso el libro entre sus manos y leyó el título de la portada: "CAITLIN". Se sorprendió al darse cuenta que llevaba el mismo nombre que su autora, eso le causó aun mucha más curiosidad.
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CAITLIN | LIBRO I ~ Almas Gemelas
Teen Fiction¿Que la vida es justa? ¿Que siempre hay finales felices? No, nadie cree en eso, ¿o sí? Antes pensaba que podía darme un respiro de la monotonía de mi vida si me sumergía dentro de un mundo diferente, llamémoslo... libro. Sí, ellos han sido mi oxíge...