De camino al instituto he estado pensando si correspondería preguntarle a Dylan sobre aquella carta. Él es la única persona de la que últimamente he estado intentando alejarme. No conozco a nadie que no me quiera cerca, yo sola me encargo de expulsar de mi vida a ese tipo de gente. Y ojala fuera así de fácil con este chico que no deja de entrometerse en mis pensamientos. Aun así, puede que sea un error hablar con él ahora, capaz no tiene nada que ver con esa nota y quedo como una loca en frente suyo. Sería una vergüenza.
¿Prefieres quedarte con la duda?
No, tampoco quiero eso.
¿Y qué esperas, mujer? Vergüenza es robar.
Está bien. Maldición, no puedo ser tan cobarde. Le preguntaré si fue el quién dejó esa nota debajo de mi almohada.
Por Dios, suena patético ahora que lo pienso. Soy patética.
¿Cómo podría meterse en mi casa, en mi cuarto y dejar eso bajo la almohada? Suena ridículo hasta en mis pensamientos.
Ahora me encuentro de pie, fuera de la clase de biología. No quiero entrar y tener que ver a Dylan, ese chico me pone los pelos de puntas. Y con el solo hecho de pensar que debo verlo de frente a sus encandilantes ojos grises, me da un extraño hormigueo en el vientre.
Debes enfrentarlo. Ahora.
Por Dios, solo es un chico. Un simple chico. Jamás me acobardé frente a nadie, ¿por qué lo haría ahora?
Tomo una buena bocanada de aire y llena de valor entro al salón. Lo primero que recibo es una bola de papel en el rostro.
Que maduros.
Camino por el pasillo que se forma entre los pupitres y un inesperado sentimiento de decepción se instala en mi pecho al ver que la silla contigua a la mía está vacía.
Tanta preparación mental para nada.
¿Por qué habrá faltado?
Debería sentirme feliz por no tener que soportar su presencia durante el día, pero no me siento así. Es extraño. ¿Por qué me siento decepcionada? Aunque, admitiré que una pequeña parte de mí suspira de alivio por no tener que enfrentarme a él.
Tomo asiento y espero tranquilamente el inicio de la clase, pero solo pasan tres escasos minutos antes de que la desgracia en persona se sitúe a mi lado. Trevor se ha sentado cómodamente junto a mí.
Lo que me faltaba.
—¿Cómo estás, Caitlin? —pregunta, mientras saca un par de hojas de su mochila.
—Estaba bien —suspiro, cruzándome de brazos.
Hasta que tú llegaste...
Él se da cuenta de la indirecta dos segundos más tarde, pero la ignora olímpicamente y el muy idiota me sonríe.
—¿No te molesta que me siente aquí, verdad? —me guiña un ojo y amplía más su sonrisa.
No lo puedo creer, ¿el muy descarado me está coqueteando?
—Ya lo has hecho —murmuro con cierto fastidio.
El profesor saluda al entrar al salón y Trevor se queda con las palabras en la boca una vez que da inicio a la clase.
No existe ser más detestable que él.
Dylan.
No, Trevor Williams supera a cualquiera. Aún recuerdo la vez que en un examen de cuarto año apareció mágicamente su nombre en lugar del mío. Y adivinen donde aparecía un lindo "Caitlin" con un pequeño corazón sobre la "i". Claro que sí, en la hoja suya que hizo pasar por mía. ¡Yo nunca dibujo corazones! Trevor se había tomado el atrevimiento de cambiar mi nombre por el suyo en aquella prueba. Y desde ese momento, ese chico pasó a mi lista negra.
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CAITLIN | LIBRO I ~ Almas Gemelas
Teen Fiction¿Que la vida es justa? ¿Que siempre hay finales felices? No, nadie cree en eso, ¿o sí? Antes pensaba que podía darme un respiro de la monotonía de mi vida si me sumergía dentro de un mundo diferente, llamémoslo... libro. Sí, ellos han sido mi oxíge...