Vaya gran día.¿Que mi presión había bajado? ¿Que debí haber desayunado bien? No, no creo que haya sido por eso. Algo dentro de mí me dice que hay algo más con respecto a lo que pasó en el aula, pero no se qué es, casi no recuerdo nada.
Casi...
Bueno, solo esos... ojos. Unos muy bonitos, a decir verdad. Ni siquiera le presté atención a Natalie, la enfermera del colegio, cuando me explicó la importancia de la glucosa en la sangre. Me gustaría recordar sus palabras, pero mi mente no ha dejado de reproducir en ningún momento la imagen de esos ojos, y la extraña sensación que me produjeron al mirarlos directamente. ¿Estoy volviéndome loca?
Tal vez sí.
Ni siquiera volví a la clase, decidí perder las dos primeras horas con tal de no entrar a ese salón repleto de estudiantes de que me mirarían como si fuese un bicho raro.
Jill me arroja una migaja de pan para traerme devuelta a la Tierra. Ahora estamos las tres en la cafetería, disfrutando del recreo.
—¿Y quién dijiste que te llevó hasta allí? —cuestiona Jill, poniéndose en su falso papel de detective.
La verdad no tengo idea de cómo llegué hasta la enfermería, y espero no saberlo nunca, me daría terrible vergüenza ver a esa persona a la cara.
—Yo... no lo sé. No recuerdo nada de eso —declaro, frustrada porque mi memoria sea terrible.
—Virgen santísima... —murmura Penny con la mirada clavada en una punta de la cafetería.
Giro la cabeza para poder ver a donde apuntan sus ojos y mi corazón pega un salto a verlo a él. ¡Allí está, es él! Es el de los ojos bonitos. El chico está leyendo un libro, que no alcanzo ni de cerca a leer el título, y a su lado tiene un refresco.
Ya quisieras ser su refresco, Caitlin.
Oh, tu cállate.
Un dedo en la comisura de mi boca me arrastra de mis patéticos pensamientos.
—Límpiate la saliva, amiga —se burla Jill.
Aparto su dedo de un manotazo, sintiendo como poco a poco la sangre tiñe mis mejillas. Me remuevo en mi silla, algo incómoda por la situación.
—Graciosa —murmuro.
—¿Es el nuevo? —pregunta su prima, dándole un sorbo a su jugo de naranja—. Todos andan hablando de él, y ya veo por qué.
Qué vergüenza, caí en frente suyo. No debo hacer contacto visual con él, si no lo veo es como si no estuviese allí.
Le doy un mordisco a mi emparedado de jamón y actúo como si no sucediera nada.
—Creo que Caitlin no nos ha contado algo —me acusa Jill con el dedo, echando varias miraditas hacia el chico nuevo.
¿Tan obvia soy?
—No hay nada que contar. No sé quién es él —balbuceo, algo nerviosa.
De un momento a otro, mi cuerpo vibra por una milésima de segundo. Sin siquiera pensarlo mis ojos se desvían hacia una persona en particular.
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CAITLIN | LIBRO I ~ Almas Gemelas
Teen Fiction¿Que la vida es justa? ¿Que siempre hay finales felices? No, nadie cree en eso, ¿o sí? Antes pensaba que podía darme un respiro de la monotonía de mi vida si me sumergía dentro de un mundo diferente, llamémoslo... libro. Sí, ellos han sido mi oxíge...