XXIII- parte I

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Llevamos caminando varios minutos por la espesura de aquel bosque. Cruzamos un pequeño arroyo, sorteamos alguno que otro árbol quebrado, y nos adentramos cada vez más al corazón de aquel espacio verde.

A medida que avanzamos, el entorno comienza a cambiar de a poco. La cantidad de árboles se reduce y sobre la hierva se ven descansar rocas grandes, algunas llegando hasta a sobrepasarme.

No paso por alto los cráteres medianamente grandes que decoran el suelo, o los arboles arrancados de raíz. Parece que estamos llegando a la zona de entrenamiento.

De la nada, un repentino escalofrío me recurre la columna vertebral. Me rodeo el torso con los brazos y camino en silencio al lado de Dylan.

—¿Tienes frío? —me pregunta con extrañeza, no es que justamente esté haciendo tres grados bajo cero.

—No, no es nada. ¿Cuánto falta?

—Ya casi llegamos —se limita a contestar.

No creo que hoy pueda aprender por completo como sacar afuera mi escudo. Parece ser un trabajo que lleva tiempo.

—¿Podemos hacer otra cosa además de trabajar en mi escudo?

Ansiosa la enana.

¡No soy enana!

—Caitlin... —empieza a decir a modo de reproche, pero lo interrumpo antes de que pueda terminar.

—Por favor, quiero probarme a mi misma, ver que soy capaz de hacer ahora que soy una Raezer.

Dylan frunce los labios. Parece que no dará el brazo a torcer. Por eso antes de que de un "no" como respuesta lo intento una ultima vez.

—Prometo que mañana nos dedicaremos solo a mi escudo —declaro, dispuesta a cumplir mi promesa—. Solo un día, además te tengo a ti, estaré bien.

Eso es jugar sucio.

Dylan suelta un suspiro de derrota y asiente, poco conforme con la idea.

Sonrío feliz, como una niña a la que le cumplen un capricho.

Sus comisuras se elevan al ver tal alegría. Se queda allí parado, observándome, con una sonrisa tonta en el rostro.

No tarda en aparecer aquella fuerza que comienza a atraernos nuevamente. Podría decir que este último tiempo esa energía ha sido más fuerte que de costumbre, como si ganara fuerza cada vez que la rechazamos.

—Podrías hablarme sobre eso —rompo el silencio, haciendo referencia al magnetismo—. ¿Cómo aprendiste a controlarlo?

Dylan desvía la mirada y rompe la conexión. Reanuda la marcha de inmediato por lo que me tengo que apresurar para seguirle el paso.

—¿Tú lo sientes tan fuerte como yo? —continúo con el interrogatorio.

No se si esa haya sido la pregunta correcta...

—¿Quieres saber si siento el impulso de acercarme a ti y besarte? —suelta la pregunta sin ningún tapujo.

Tomándome desprevenida, freno en seco y me limito a observarlo perpleja. Dylan también detiene el paso y me mira sobre su hombro.

—Sí, no te das una idea lo difícil que es. Pero no quiero morir joven, por lo que logro controlarlo bien.

—¿Morir joven? ¿De qué hablas?

Ni que yo fuera una bomba a punto de estallar.

—Nada, no importa. Creo que por aquí está bien —mira a su alrededor, evaluando el lugar.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora