XXXIX

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Me despierto hecha un manojo de nervios. Hoy es el día en el que enfrentaré a mis amigas, les diré la verdad de lo que soy en realidad.

Ya no puedo seguir escapando de esto, tiene que suceder sí o sí para liberar el peso de mis hombros.

Lo único que me tiene ansiosa es la posibilidad de que Argus o sus discípulos se enteren de que ellas saben el secreto.

¿Cómo podría suceder? Si realmente son tus amigas, guardarán el secreto.

No sé como se lo tomarán. ¿Y si me rechazan? ¿Y si ya no quieren saber más nada de mí por ser un bicho raro?

Siempre los has sido y sin embargo siguen aquí contigo. No lo sé, piénsalo.

Muy graciosa, conciencia.

Dylan pasará por mi hoy para ir juntos al instituto, yo se le pedí ayer. No soy tan fuerte como para comenzar una discusión a estas horas de la mañana con Jill y Penny.

—¿No comerás, cariño? —la voz de mi madre me sobresalta cuando la escucho a mi lado. Volteo a verla con una sonrisa nerviosa—. Apenas has probado un bocado, ¿te ocurre algo?

Muchas cosas...

—No, está todo bien. Me desperté sin apetito —respondo con calma, y no estoy mintiendo. Por más deliciosos que se vea el plato de huevos revueltos que tengo frente a mí, mi estómago está hecho un nudo y se niega a recibir comida.

Inmediatamente, el sonido de un auto frente a mi casa me avisa que Dylan ya está aquí. Me levanto de un salto y me despido rápidamente de mi madre que frunce el ceño al no oír el sonido habitual del coche de Penny. Suspiro aliviada de haberme levantado con rapidez y haber evitado sus preguntas.

En el camino hacia la puerta de entrada, de lo apresurada que voy me choco contra mi padre que venía concentrado acomodándose la corbata de su traje.

—Lo siento, papá. Adiós —me disculpo antes de salir de la casa sin esperar una respuesta de su parte.

Una vez que la puerta se cierra tras mis espaldas, doy una respiración profunda para intentar calmar mi estado de ansiedad.

Me dirijo al coche, en lo que pretendo que sea a paso relajado, y unos segundos después me encuentro sentada en el asiento del copiloto.

Termino por calmar mis nervios cuando veo a Dylan dentro del vehículo. Mis ojos recorren su cuerpo descaradamente, pasando por su jean negro rasgado en las rodillas y luego por su camiseta del mismo color que tiene unas letras en blanco que dicen: "Fuck the world".

Que agradable sujeto.

Dylan sonríe al verme y mi corazón acelera la marcha. Está jodidamente hermoso.

—Hola, preciosa —me saluda primero.

Sonrío con timidez y me abrocho el cinturón de seguridad justo antes de que Dylan acelere.

¿Que sentido tiene hacerlo? Ni que fueras a morir en un accidente.

—Hola —respondo finalmente, mirando su lindo y perfecto perfil.

Dejo la mochila sobre mis pies y Dylan aprovecha que dejo mis manos libres para tomar una de ellas y entrelazar nuestros dedos. Que bien se siente.

—Me dará diabetes con tanta dulzura —me sobresalto a oír una voz familiar en la parte trasera del coche.

—¿Qué haces tú allí? —pregunto una vez que volteo a ver a Kyle sentado en el medio de los asientos de atrás. Lleva puesta una gorra negra, admito que no le queda mal con su estilo. Sus manos están dentro de los bolsillos de su jean, y los músculos se le marcan fuertes bajo la camiseta verde militar que lleva puesta. También puedo notar que la herida que llevaba ayer en el brazo ha desaparecido por completo—. Casi me das un infarto.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora