XLIX

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Luego de dejar a Kyle consolando a Miracle, he venido a mi casa con Caitlin. Necesito ponerla a salvo, y su casa no creo que por ahora sea el lugar adecuando sabiendo que nos han mantenido vigilados. Aquí al menos tengo a mi abuela que podría protegerla también si la situación lo requiere.

Ingreso a mi casa por la puerta delantera con Caitlin en brazos, nada fuera de lo normal.

Sarah mantiene la casa tan limpia que me da cierto temor entrar con toda la suciedad que llevo encima. Necesito una buena ducha.

—¿Abuela? —pregunto al entrar, echando un vistazo a la sala y a la cocina.

No se oye ningún sonido, la casa se encuentra sumida en un tranquilo silencio. Aquí no hay nadie.

Bueno, a decir verdad, es un punto a mi favor. Sarah se preocupa mucho por mí, y entrar en este estado, con Caitlin en brazos, no es una buena estampa de ver.

Subo las escaleras de dos en dos y voy directo a mi cuarto. Dejo a Caitlin recostada sobre mi cama y corro a tomar de mi cómoda una sudadera limpia para ella, hace un poco de frío ya a estas horas de la madrugada.
A continuación, le quito su camiseta, que tiene una gran mancha de color rojo oscuro.

Solo me detengo un segundo para apreciarla. Su cuerpo me fascina. Pero esta vez, su piel, blanca e impoluta, se encuentra teñida por el color de la sangre seca, justo al costado de su vientre. Por suerte, la bala se ha disuelto después de tantas horas, y la herida ya ha cicatrizado.

Me dirijo al baño y consigo una toalla la cual humedezco con agua tibia. Luego, vuelvo a donde está ella y la paso con suavidad por su piel, procurando limpiar los restos de sangre de su cuerpo.

Una vez que termino, coloco la sudadera primero por encima de su cabeza, y por último paso sus brazos por las mangas de la misma.

Le dejo el pantalón puesto, ya luego ella se cambiará tranquilamente.

Aun no puedo creer que esté devuelta conmigo, sana y salva. Por un momento había imaginado lo peor...

Acerco mi mano a su mejilla y la acaricio con suavidad. Con las yemas de los dedos recorro sus pómulos, la línea de su mandíbula, sus suaves labios...

Siento una paz interior inmensa. Por fin está aquí. Solo espero que despierte pronto para que vuelva a ponerse su escudo, no quiero que la encuentren y se la lleven de nuevo, porque esta vez no creo que corramos con la misma suerte.

Deposito un beso sobre sus labios y la dejo descansar tranquila, tiene que reponer energías.

No me preocupo porque me vea desnudo, así que me quito toda la ropa, dejándome únicamente el bóxer. Llevo todo hasta el cesto de ropa sucia, inclusive la toalla que usé con Caitlin. Ya luego me encargaré de lavar eso.

Voy directo al baño y cierro la puerta detrás de mí.

Bien, esto será difícil. Me pongo una toalla en la boca y la muerdo con fuerza. Inhalo profundo tres veces antes de hacerlo. Lentamente introduzco un dedo dentro de la herida de mi pierna, conteniendo con todas mis fuerzas el grito que quiere abandonar mi garganta. Comienzo a perder mucha sangre, que intento contener con papel.

¡Ryan, maldito hijo de...! ¡Mierda!

Una vez que toco el metal de la bala con el dedo, formo una especie de gancho alrededor y la extraigo con lentitud. Cuando por fin me libero de ella, puedo sentirme un poco más ligero y menos cansado. Se siente mucho mejor.

Arrojo el pedazo de metal al pequeño cesto de basura, que tengo aquí en el baño, y abro el grifo de la ducha. Veo como la herida comienza a cerrarse poco a poco.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora