Capítulo 9: El diablo está en los detalles

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Frío.

Un aire gélido roza mis huesos y recorre mis entrañas, helándome hasta las venas y haciendo que ese mismo frío provoque un ardiente dolor en mi interior.

Abro los ojos y enseguida lamento haberlo hecho.

Contemplo un paisaje desolador. Es una ciudad oscura y vacía, con altos rascacielos y un cielo gris, contaminado. Una ciudad donde no hay luces, ni una sola persona circulando por las calles. No hay absolutamente nadie.

O al menos no del todo.

Camino consternada y aterrada por lo que contemplan mis ojos.

Sí, hay personas... pero están todas muertas. Hay cadáveres por doquier, algunos con los ojos abiertos y otros cerrados, derrumbados en el suelo. Y siento algo más en el ambiente, es como si el propio viento me trajera sus voces, sus gritos, sus lamentos, sus voces de muerte.

Me tapo la boca con las manos reprimiendo un gemido de profunda angustia, y retrocedo horrorizada.

¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? ¡¿Qué ha ocurrido con toda ésta gente?!

No puede ser. Esto es imposible, es irreal... no pueden estar todos muertos.

-Lo están -dice una voz tras mi espalda.

Me giro hacia su portavoz, y veo a un niño de pie, en medio de la marea de cadáveres.

-¿Dari? -avanzo unos pasos hacia él-. Dari, ¿eres tú?

Mi hermano me dedica una mirada impersonal.

-Nos dejaste. Los abandonaste a todos y ahora mira lo que ha pasado.

Su dedo señala a unos cuerpos que hay a sus pies. Y siento una abrumadora sensación que me oprime el alma, como si me estuvieran apretando el corazón.

Los reconozco. Son Elise y Alex.

-No... ¡NO! ¡No es verdad! ¡Yo no os abandoné, os estoy buscando! ¡He venido hasta París para encontrar una manera de ayudaros!

-Ya es tarde.

-¡No, no lo es!

Corro hacia él, para agacharme a su lado y abrazarle, cogerle de las manos o el rostro... pero lo atravieso como una niebla y caigo de rodillas al suelo.

-¿Dari? ¿Qué..? -Me vuelvo hacia él, confusa y asustada. Entonces descubro que mi hermano no es más que una imagen translúcida y sus pies no tocan el suelo-. No, por favor, tú no...

Me llevo las manos al rostro y lloro lágrimas amargas.

-No somos los únicos -dice Dari, con esa voz neutra y pétrea, que no es la suya.

Me aparto las manos de la cara. Entonces descubro que el paisaje ha cambiado. Estamos en un bosque, pero es un bosque muerto. Los árboles carecen de hojas y sus troncos están secos. Hay cadáveres de animales sobre la hierba marchita.

-¿Por qué? ¿Por qué está pasando esto?

-Porque el mundo se muere y los ángeles con él, mientras otros no hacen más que luchar en una guerra eterna que no tiene razón de ser.

La voz ahora proviene de alguien diferente. Al girarme, veo que es una figura alada y hermosísima, hecha de luz, que brilla como una estrella, aunque tiene algunos finos trazos grises y azulados gravados en su esencia, como si fuesen cicatrices.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora