Capítulo 29: Jugando en un terreno peligroso

400 19 0
                                    


Las horas, los minutos, los segundos... me queman, arden clavándose dentro de mí, de forma insonora, imperceptible, pues no soy consciente de cómo pasa; no tengo forma de saberlo en este lugar.

Solo sé que camino y camino, y no encuentro nada, solo la misma tierra sucia y gris, el mismo paisaje nublado. La misma "nada" insoportable.

¿Adónde me dirijo? ¿Dónde estarán Eleanor y Seth? Doy una mirada circular, pero mire a donde mire veo el mismo paisaje. ¿Cómo voy a saber qué dirección tomar?

No me atrevo dirigirme a esa ciudad oscura a la que fui con Seth. Quizás la mejor opción sea el pueblo abandonado, puede que allí encuentre a Eleanor como la primera vez que entré al Otro Mundo, pero la idea de encontrarme a los Devoradores de Almas sin ir armada no me tienta demasiado.

De todas formas no sé cómo llegar... no sé por dónde ni adónde ir. Lo que sé es que no debo rendirme. Tengo que encontrarles cueste lo que cueste. El mundo entero está en juego.

¿Vendería sus vidas por la de mi hermano? Es sucio y rastrero, pero lo es más abandonar al mundo entero a su suerte, ¿no? Aunque tampoco estoy segura si Belcebú cumplirá su palabra.

Bajo la mirada y observo la marca que me hizo en el brazo.

Cumpla o no su palabra, lo que está claro es que yo debo cumplir con la mía. No me queda más remedio estando atada a este pacto infernal.

Camino y camino por el páramo gris. Caminar sin rumbo es lo único que he hecho desde que llegué aquí y creo que es lo único que podré hacer.

—¡Eleanoooor! ¡Eleanor! ¿Dónde estás? ¿Seth? ¿Me oye alguien?

Me detengo un momento y vuelvo a gritar su nombre al viento, pero solo me responde una fría brisa que agita mis cabellos y hace que me recorra un tibio escalofrío. Pero no oigo ni veo a Eleanor.

¿Qué esperabas, Cat? Esto es un mundo es enorme, no va a poder ir tu voz si estás en la otra punta de ese mundo. Aunque este planeta sea más pequeño que la Tierra sigue siendo enorme. No se me ocurre cómo voy a encontrarles.

Quizás ellos podrían detectarme a mí, al fin y al cabo las otras veces que me encontré con ellos no fui yo quien les encontré, fueron ellos los que me encontraron a mí. Pero no puedo quedarme parada en un sitio durante horas o días sin hacer nada a esperar a que me encuentren.

Belcebú podría haberme ayudado también dándome una pista de dónde están estos dos aunque supongo que ya es mucho para un demonio haberme hecho el favor de quitarme a sus siervos del medio para que no me fastidien en mi búsqueda, aparte de dejarme negociar.

Escucho un estruendo que me pone alerta y veo un ramalazo de luz entre las nubes, un relámpago. Seguidamente noto que algo me empiezan a caer encima pequeñas gotas de agua, y de repente comienza a llover con fuerza.

Una tormenta, genial, lo último que me faltaba. Maldita Ley de Murphy.

Corro hacia el frente, toda empapada, sin lograr encontrar un lugar donde refugiarme.

La lluvia cae hasta convertirse en una lluvia torrencial. El cielo se oscurece un poco, pero parece que es más bien por la tormenta y no porque los Devoradores estén cerca. Da la impresión de que es casi de noche. Empiezo a asustarme de verdad.

Resbalo y me caigo en un charco de barro. Agg, ¡no! Me pongo de pie, con suerte no me he manchado demasiado y el barro podría quitarse con el agua de la lluvia.

Sigo caminando. Al rato estoy empapada, manchada y muerta de frío. Estoy tan perdida como al principio y no veo nada, no hay ningún lugar donde pueda refugiarme.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora