Capítulo 18: El ángel durmiente

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—¡Elise! —exclamo, sin poder creerme la suerte que he tenido de encontrarla—. ¡Sí, soy yo, soy Cat!

—Oh Dios mío... ¡Cat! ¡Oh, Cat! No me lo puedo creer... —la escucho sollozar tras la puerta.

—He venido a sacaros a todos de este sitio. ¿Quién más está contigo?

—Yo soy Svenia —escucho en inglés—, y Karima también está aquí con nosotras.

—¿Y los demás? ¿Sabéis dónde están los demás?

—Están en las otras celdas, pero no sabemos en cuales —dice Karima.

—Hace unos días oímos a Alex, Isaac y Jacob —prosigue Svenia—. Deben de estar también en esta planta, si es que no les han cambiado de celda. Pero de los demás no sabemos nada.

—¿Cómo has llegado hasta aquí, Cat? —pregunta Elise, con un tono un poco más firme.

—Escapé de mi celda, un ángel me ayudó —Miro de soslayo a Eleanor, no creo que deba hablarles de ella por el momento, dado que no saben nada sobre los fantasmas y mi capacidad para interactuar con ellos—, pero ya habrá tiempo después para explicaciones, ahora tengo que sacaros de aquí antes de que me pillen los demonios, mi aliado el ángel los está distrayendo pero no sé cuánto tiempo podrá aguantar. —Compruebo la puerta blindada, pero no hay ninguna cerradura, solo un pequeño cuadrado sobresaliente con una hendidura arriba—. ¿Sabéis cómo puedo abrir esta maldita puerta?

—Solo se pueden abrir con tarjetas de seguridad. Las tienen los demonios —me explica Elise.

—Mierda... —susurro. Me vuelvo hacia Eleanor y le hablo en lo bajini—. Eh, Eleanor, usa tus poderes y derrite la puerta.

—No puedo hacerlo.

—¿Cómo que no? —Tengo que contenerme para no alzar la voz—. Si lo hiciste para sacarme de mi celda, puedes hacerlo aquí también.

—No, pude hacerlo porque tu celda estaba en otro edificio, apartado de todos los demás, y en ese momento no había demonios cerca. Pero aquí, con toda la seguridad que hay y los demonios que hay por la zona, podrían detectarme fácilmente si uso mis poderes.

—Podría darnos tiempo a escapar.

—No creo, los demonios pueden moverse a la velocidad de la luz. Si las alarmas saltan, estaremos perdidas.

Rayos, tiene razón maldita sea.

—Pero sé dónde podemos encontrar tarjetas de seguridad sin tener que quitárselas a ningún demonio —me dice la niña.

—¿En serio?

—¿Cat? —pregunta Elise dudosa, dado que llevo un buen rato sin hablar en voz alta, quizás tema que me haya marchado.

—Sigo aquí, estaba pensando. Voy a ver cómo puedo conseguir una y volveré enseguida.

—¡No, Cat! No... no te vayas, por favor. Tengo miedo —me confiesa en un murmullo mi amiga.

—Eli, tranquila, te prometo que voy a volver. Tengo que ir a buscar una tarjeta de esas, si no, no podré sacaros de este sitio.

—¿Y si te atrapan? Son muy peligrosos, no sabes lo que pueden llegar a hacerte...

—Me hago a la idea, ya me las he visto antes con esos capullos —respondo, rememorando mi encuentro con Daemon e Iris en la Galería de los Espejos—. No te preocupes por mí, sé defenderme y no estoy sola.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora