Capítulo 62: El futuro es incierto

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Parte 1 – Sueños del pasado – Miguel, Lucifer, Luzbel


Luzbel seguía en coma.

La habían trasladado a una pequeña sala de santuario que había quedado en pie de la catedral, instalando allí un lecho rodeado de velas. Rafael, Remeiel y Gabriel estaban fuera, intentando reparar el desastre. Miguel no había sido capaz de moverse del lado de Luzbel. Temía que Semyaza quisiera volver a por ella o que Luzbel muriese en el sueño sin estar él presente.

Le mataba por dentro no poder hacer nada para despertarla. Odiaba no saber qué podía ocurrir a continuación, no poder irse para perseguir a los demonios vigilantes y matarlos uno por uno, pero ella le necesitaba y ésta vez no iba a fallarle.

<<No debería estar encerrada aquí, esto parece una tumba. Debería llevarla a un lugar hermoso, repleto de naturaleza, muy lejos de todo este caos y muerte>> pensó, pero por desgracia las acciones del astral le habían dejado agotado, no tenía fuerzas para ir a ninguna parte. Solo podía estar sentado con una mano sobre la de ella. <<Pero algún día lo haré. Cuando todo esto termine, si logramos superar las adversidades y derrotar a Abadón, la llevaré a un lugar donde pueda ser feliz, igual que antes. Ya sea sola, conmigo o con cualquier otro a quien ella elija. Serás libre, Luz, te lo prometo.>>

Qué fáciles eran las palabras y qué difícil luego cumplir las promesas.

Notó la presencia del Diablo mucho antes de que apareciera. Miguel se llevó una mano al pomo de la espada, pero la otra siguió agarrada a la de Luzbel.

—Su belleza es aún más notable mientras duerme, ¿verdad?

Lucifer apareció frente a él, envuelto en su túnica y con las alas replegadas tras la espalda. Observó con frialdad a la querubín y luego a Miguel.

—Tienes mal aspecto, arcángel.

—¿Has venido para regodearte de mi desgracia, Satanás? Espero que hayas disfrutado contemplando la escena. Ahora lárgate.

—¿Y si no qué? ¿Me echarás por la fuerza? Ya no tienes poder para vencerme.

—Aún puedo luchar contra ti. Pero no pienso caer en el engaño, no me alejarás de ella.

Los ojos de ambos relucieron. La tensión podía palparse, era cortante como el vidrio y pesado como el plomo. Sin embargo, ninguno de los dos se movió.

—¿Por qué la salvaste? —preguntó entonces Miguel.

Lucifer elevó una de sus cejas arqueadas.

—¿Salvarla? No pronuncies necedades. No detuve la posesión de Abadón para salvar a uno de los tuyos, sino para evitar que matase a los míos. Y si ahora me encuentro aquí, es porque me interesa que Luzbel salga de su trance.

—¿Qué quieres de ella?

—Información. Voy capturar a Semyaza, pero para ello he de encontrarlo. Si ha regresado al Otro Mundo, solo Luzbel puede abrir una puerta hasta él; si no, sospecho que ella podría conocer su paradero. No pienso seguir permitiendo que ese engendro que no es de este mundo siga diezmando a mi ejército e intentando arrebatarme mi trono.

—Esto va más allá de un trono, Lucifer. Desatará el Apocalipsis.

—Entonces nos conviene a ambos que la querubín despierte cuanto antes. ¿Has intentado hacer algo o solo te has quedado contemplándola como un bobo joven enamorado?

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora