Capítulo 11: Cara a cara con el pasado

674 28 21
                                    

Mantengo los ojos cerrados y espero, sintiendo que esto es algo que llevo esperando mucho tiempo... que lo he estado esperando desde siempre.

Ahora tan solo quiero tenerle cerca, aquí conmigo, abrazarle, besarle y no separarme de él nunca más.

Puede que él sea un demonio, pero aun así... ¿por qué ahora que estoy entre sus brazos me siento como si estuviera en el cielo?

Pero sigo esperando, y esperando, y el beso no llega. Y el Cielo de aleja de mí y me siento caer en el Abismo cuando él me empuja lejos de sí y se levanta, dejándome en el suelo.

Abro los ojos confusa, y lo veo de mi frente a mí, dándome la espalda. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué...?

Claro, todo había sido un truco, estaba jugando conmigo.

—Pero... ¡¿pero a ti qué te pasa?! —exclamo furiosa, decepcionada, enfadada conmigo misma por ser tan ilusa y tremendamente estúpida.

Solo quiero insultarle, pegarle, golpearle mientras le grito y luego salir corriendo, irme muy lejos y no volver a verle nunca más.

—Eres un cerdo —Me pongo de pie, estoy a punto de lanzarme contra él, para hacerle volverse y darle una buena bofetada, pero entonces veo que Angelo se lleva la mano al pomo de la espada y compone una postura firme, en aire tenso, observando algo que parece ocultarse entre los árboles del pequeño y oscuro bosque que hay a unos metros de nosotros.

Escucho una tenue risa oscura y a la vez con un punto de sarcasmo, que me hiela hasta el alma.

—Vaya, vaya... mira qué tenemos aquí. Perdón, ¿he interrumpido algo?

Vemos aparecer una figura entre los árboles, que avanza lentamente hacia nosotros.

—No... tú no... —murmura Angelo en cuanto reconoce la figura de quien se aproxima. Abre mucho los ojos, luego su expresión se sorpresa cambia, contrayendo el gesto en una mueca de ira.

El desconocido se ríe. Camina hasta situarse en un lugar visible a nuestros ojos, y la luz de la luna ilumina sus rasgos.

Es un joven alto, bastante atractivo, que aparenta entre veinte y veinticinco años. De cabello negro, que le cae a ambos lados de la cara, ligeramente revuelto y unos ojos de un color definido entre el verde intenso y el azul cristalino, que no puedo apreciar con exactitud, se podría decir que son singulares y atrayentes... sino fuera porque ahora mismo brillan de una forma siniestra.

—¿No qué, Angelo? ¿No te alegras de verme? —suelta el joven, extrañado—. Pensé que después de tanto tiempo sin vernos me habrías echado de menos... —Su expresión cambia volviéndose más oscura, con ese punto sardónico que me pone los pelos de punta—... hermano menor.

Me quedo sin respiración. Miro a Angelo sin poder creérmelo y luego miro al que dice ser su hermano. Recuerdo cuando nos encontramos a Iris en Valencia, la mención del hermano de Angelo al despedirse y cómo reaccionó él ante aquello.

—No ha pasado tanto tiempo, por desgracia, solo tres siglos.

—Ah, sí, que también nos vimos en aquel banquete de Venecia... —su hermano mayor se estremece en una risa baja—. Ese Ravana sí que sabía organizar buenas fiestas, ¿te acuerdas de lo que pasó al final? Cuando esos estúpidos humanos descubrieron que el banquete estaba envenenado y todos murieron entre terribles gemidos de agonía —suelta una risa estridente—. Fue una velada magnífica.

Se me revuelve el estómago del asco, y más aún cuando descubro que a Angelo se le forma una sonrisa en los labios.

Es un demonio, Cat, ¿qué esperabas? Disfrutan haciendo el mal, es lo suyo.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora