Salto y aterrizo también sobre arena, pero una más vasta. Cuando intento incorporarme, pierdo pie y caigo rodando por una inmensa duna.
Al llegar al final, escupo asqueada la arena que me he tragado y me sacudo el camisón blanco. Contemplo mi entorno, hay enormes dunas por todas partes, pero ni rastro de mar, no se oye el sonido de las olas, ni hay ningún templo ni selva.
Estoy en medio de un desierto.
¿Será el mismo donde castigaron a Leighzo hace diez mil años?
Se me pone la piel de gallina y me abrazo. No sabía que podía hacer tanto frío por la noche en un desierto. Y estoy aquí solo con un vestido fino y para colmo descalza.
Busco el portal por donde he entrado, pero no está por ninguna parte, ni tampoco la grieta. Debió cerrarse y desaparecer nada más entrar yo en ella.
¿Qué hago? ¿Adónde voy ahora? Lo que sé es que no quiero volver con ellos. Quiero encontrar a Angelo... pero no debería, sé que debo dejarle ir, por mi bien y por el suyo.
Al volver la vista hacia mi anillo, me pongo furiosa al recordar lo rápido que se ha ido. Tendría que haber luchado más por mí, y yo también por él, como nos prometimos aquella noche en Rabat. Cuando me regaló el anillo por un momento pensé que nuestro amor podría vencerlo todo, que era algo hermoso de verdad, aunque proviniera de un demonio, que podríamos estar juntos otra vez y convivir juntos, como lo hicieron Obbá y él.
Pero no es más que una fantasía.
Hago por quitarme el anillo del dedo, pero se niega a salir y solo me hago daño. Lanzo un gruñido de frustración. Consigo quitármelo dejándome una marca roja. Cierro el puño, levanto y atraso el brazo para lanzarlo lo más lejos posible y que se pierda entre la inmensidad de las arenas del desierto, pero entonces recuerdo su sonrisa cuando me lo regaló, nuestras risas y juegos en la playa de Seychelles unos días antes, el momento que compartimos en el Otro Mundo después de devolvernos mutuamente los recuerdos de vidas pasadas en nuestros sueños, la noche que pasé con él el Rabat, la visita turística en París, cuando subimos a lo alto de aquella colina, el museo del Louvre, la primera vez que le estreché la mano en la mansión de Madrid...
No puedo hacerlo. Le quiero demasiado. No quiero sacarle de mi vida por completo. No quiero olvidarle... como tampoco pienso olvidar a Seth.
Vuelvo a ponerme el anillo y saco el colgante que Seth me regaló de debajo del vestido. La luz azulada del cristal resplandece con un brillo de plata a la luz de la luna.
Seth me dijo que estaría conmigo cuando todo esto de ser nefilim ocurriese. Él lo sabía. Me hizo una promesa, igual que Angelo, los dos prometieron estar conmigo de una forma u otra y al final los dos han incumplido sus promesas, por causas que no es culpa de ninguno.
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Dos velas para el diablo 2: Alfa y Omega
FantasyCuando Cat asiste al secuestro de su hermano Dari y otros Hijos del Equilibrio, por un misterioso grupo de demonios llamados Los Vigilantes, toma la decisión de embarcarse en su búsqueda para encontrarlos. Por el camino irá enfrentándose a peligros...