Capítulo 51: La maldición de Leighzo

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    Grito e intento retroceder. Siento los brazos de Angelo agarrándome y de un salto tira de mí hacia atrás, antes de que pueda caer dentro de la grieta, ambos caemos en la orilla de la playa.

—¡¿Qué has hecho?! ¡Ciérralo!

Alargo las manos y hago un movimiento acercando los brazos. Siento una terrible vibración en el aire, los contornos del portal se retuercen y se cierran un poco, pero no consigo que se cierre más.

—¡Ciérralo ya!

—¡Lo intento! ¡No puedo!

El portal vuelve a agrandarse, todavía más que antes. El tornado se acerca y el viento entra en este espacio, agitando las olas del mar, levantando arena e inclinando las palmeras cercanas.

—¡Aléjate! —Angelo tira de mí, pero me suelto.

—¡No, tengo que cerrarlo!

—¡Ese tornado es enorme, te arrastrará!

Vuelvo a adelantar las manos y hacer el gesto de cierre. Siento calor y dolor, como si me quemasen las manos y los brazos por dentro. Aprieto los dientes para no gritar. Consigo cerrarla unos centímetros, pero el hueco del portal sigue siendo enorme y no puedo más, el viento fuerte que pasa por la puerta me impide cerrarla más. Grito y lo intento otra vez con todas mis fuerzas. Al final bajo los brazos y caigo de rodillas al suelo, terriblemente dolorida y agotada. Y todo se torna negro.

***

Siento una calidez muy agradable recorriéndome el cuerpo. Abro pesadamente los ojos y lo primero que distingo es el borroso rostro de Angelo y el de otra persona más.

—¿Estás bien? —me pregunta él casi al mismo tiempo que mi madre, que se acerca a mí por el otro lado justo en ese momento.

—S-sí...

—Se recuperará —dice entonces la voz del hombre que está de rodillas a mi lado. Aparta las manos de encima de mi estómago y el círculo de luz que había creado con sus manos desaparece—. No tiene ninguna herida, Gabriel. Solo se ha desmayado del esfuerzo. Angelo y Atlas la protegieron de lo demás.

—Gracias al cielo... —murmura mi madre con una mano sobre el corazón y un suspiro de alivio.

Me giro hacia él, cansada y confusa. Es un hombre con un aspecto algo hippie vestido con camisa y pantalones blancos y anchos, el cabello ondulado y castaño le llega hasta los hombros, tiene una barba corta, rasgos angulosos y ojos color caoba. Me dedica una sonrisa afable.

—¡¿J-Jesús?!

El hombre se queda unos segundos mirándome con una ceja alzada, después se ríe alegremente.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora