Capítulo 20: Hasta que se quiebre la última de tus esperanzas

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Todos los demonios de la sala sonríen aviesamente. Las facciones de Elise componen una mueca de horror, las de Alex de estupefacción.

Cierro la mano en torno a la empuñadura. Lamashtu está justo frente a mí, y le habría clavado la espada en el estómago a ella de no ser porque está usando su influencia para paralizarme el cuerpo, mientras se retira con parsimonia.

—No pienso hacer algo así, no vais a obligarme. —Le espeto a la diablesa

—No, nadie va a obligarte, vas a hacerlo por tu propia voluntad.

—Estás loca.

Se lleva los dedos a los labios y suelta una carcajada teatral.

—Un poco sí, tal vez. A los demonios antiguos a veces se nos va a un poco la chaveta —Sonríe picaronamente y hace un movimiento circular con el dedo índice en horizontal al lado de la sien—. Pero eso no cambia el hecho de que vas a hacer exactamente lo que te pidamos. —Señala a Alex con el mismo dedo—. Él ha sido un chico especialmente malo, así que será el primero en ser castigado, y ese castigo será la muerte. Vas a matarlo.

—A los únicos a los que voy a matar será a vosotros, a ti la primera.

Lamashtu, con total indiferencia, alza una mano hacia mí y me mira fijamente. Un dolor lacerante atraviesa mi cerebro, grito, se me cae la espada y me sujeto la cabeza, apretando los dientes para no chillar otra vez. El dolor es intenso y va acompañado de un tormento infernal que revuelve mis peores recuerdos y me hace revivirlos en mi mente. Alex y Elise gritan algo, pero no consigo escuchar lo que dicen. No oigo nada. No puedo respirar, me ahogo.

—Basta, Lamashtu —dicta la Sombra.

Lamashtu retira la mano, retirando toda su influencia demoníaca sobre mí, entonces vuelvo a respirar. Jadeo y me percato de que he acabado de rodillas en el suelo, sin darme cuenta.

Alguien me pone de pie y me vuelve a entregar la espada.

Alex le grita un insulto a Lamashtu, ella solo parpadea y curva los labios en una sonrisa, Iris le da una bofetada a Alex, dejándole una marca roja junto a su ojo morado de algún golpe anterior.

—Vas a matarlo —repite Lamashtu como si nada hubiera pasado—, y te diré por qué: hace unas horas le dije a tu amiguita Elise, que si no conseguía las respuestas que buscábamos, mañana iba a enviar a todos mis siervos demonios que están ahora en la base e iba a dejar que todos la violaran, y que después iba a seguir torturándola durante mucho tiempo, y al final iba a arrancarle la piel y terminaría matándola hirviéndola en acetite. Y es lo que voy a hacer, a menos que obtenga las respuestas que busco y mates a este chico, primero su muerte y luego las respuestas. Si no haces lo que te digo, procederé a hacer lo que prometí a tu amiga, y haré que la empiecen a violar ahora, delante de vosotros, y también mataré a Alexander, después de haberle torturado durante varias horas con todo lo que se me ocurra, delante de ti también, por supuesto. —Levanta las palmas hacia arriba—. Tú decides.

Se me hiela la sangre. No puede estar hablando en serio. Me entran arcadas solo de imaginarme que pueda llegar a hacerle algo así a Elise. No puedo permitirlo, pero tampoco puedo matar a Alex.

—Hazlo, Cat. —Alex levanta la cabeza y dice con decisión—: Mátame.

—¡No! —chilla Elise, con un sollozo—. No, Cat, por favor, no lo hagas, por favor...

Alex me mira solo a mí, sin inmutarse por los ruegos de Elise.

—No puedo, Alex... no puedo...

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora