Capítulo 35: Shangó y Obbá

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Me encuentro flotando por encima de una extensa sabana y veo más allá una jungla profunda y salvaje, varios bosques y un río. Recorro el espacio de hierbas verdes y amarillentas, tierra marrón salpicada por arbustos y árboles. Luego me interno en la zona más verde y arbolada. Acelero y desciendo unos metros.

Al fin diviso un poblado.

Parece un lugar tranquilo. Las casas están dispersas, son pequeñas y bastante rústicas, hechas de madera y con tejados de ramas y barro. Camino despacio, observando cada detalle del lugar, mientras mi mente y mi corazón, que se mezclan con mis antiguas memorias, van reconociéndolo. Estoy en África, en torno al siglo XIII, en un territorio que después formaría parte de Nigeria.

Con cada paso que doy estando aquí, mi corazón late un pulso más rápido. Estoy nerviosa, es ese sexto sentido otra vez... ¿qué tengo que encontrar algo aquí? ¿O a quién?

—Obbá —pronuncia una voz.

Miro a la persona que acaba de pronunciar ese nombre. Es un hombre de mediana edad que ha salido de su casa para dirigirse a alguien. Sigo la dirección de su visión hacia esa persona... una chica que está detrás de mí.

Ella se vuelve hacia el ejecutor de la llamada, sonríe ampliamente al ver al hombre, una sonrisa dulce, que inspira energía y vivacidad, aunque ve a ese hombre a través de mí, me encuentro justo frente a ella y siento casi como si nuestras miradas se hubieran encontrado en la realidad.

Es una chica de unos dieciséis años. Su cabello es negro, largo, rizado y voluminoso. Tiene la piel color ébano como todas las personas de aquí. Viste con un vestido largo hasta los tobillos, de telas coloridas, algo sucio y desgastado, sus pies están descalzos y sus hombros descubiertos. Pero lo que más capta mi atención son sus ojos, de un castaño bronce que con la luz del sol parecen de oro gastado. Oro viejo, como los míos, como los ojos de Eva y Harmonía.

Mi mente viaja atrás en mis recuerdos, rememorando aquella noche en París, cuando Angelo y yo nos encontramos con Daemon, y éste le habló de una humana a la que amó en el pasado.

¿Pero qué hace ella aquí? ¿Quiere decir eso que Obbá fui también yo en otra vida? Ough, creo que me va a estallar la cabeza...

Babá ¿ocurre algo?

—Tu hermana Oshún ha salido hoy muy temprano para ir al río, sola y sin decir ni una palabra a nadie —Por mi mente se cruza el nombre de aquel hombre: Obatalá

—¿Otra vez? —Obbá suspira, pero después sonríe—. Típico de Oshún. No pasa nada, iré a buscarla y le ayudaré con sus tareas.

—Está bien, pero volved antes de que se ponga el sol, he de anunciaros algo muy importante.

Obbá se despide de su padre y sale del poblado. No para de correr durante todo el largo trayecto, y no parece que en ningún momento esté cansada, casi puedo sentir la energía que emana de ella, como el fuego del sol.

Entramos en una zona con más árboles y llegamos hasta un bosque. Ella disminuye el paso, avanzando lentamente hasta llegar a un gran río.

Da una mirada circular, luego va en dirección hacia donde están unos cubos con varios objetos y herramientas, reconoce que quiénes son.

—¡Oshúuun! ¿Dónde estás? —Obbá abarca con la mirada todo el lugar. Vuelve a llamarla, pero nadie contesta y empieza a preocuparse.

Se oye un ruido que procede del río, la joven se acerca lentamente y ve que hay una sombra en el agua.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora