Capítulo 63: Apocalipsis (PRIMERA PARTE)

515 11 16
                                    


*Aviso: como el capítulo me estaba quedando demasiado largo he decidido cortarlo en dos partes, para que podáis disfrutarlo sin agobiaros en el caso de que lo leáis por el móvil. Espero que os guste esta primera parte :D Y como último apunte, estuve escuchando el tema de los Vengadores en bucle mientras escribía la batalla, os recomiendo que lo pongáis de fondo mientras la leéis >w<

-----


El Monte Hermón.

Hacía siglos desde la última vez que lo visitó. Lo que estaba a punto de pasar era algo que no había acontecido en milenios. Una batalla como las de antaño, con ejércitos, y sin humanos de por medio, solo ángeles y demonios. Y ésta sería la primera vez en la historia que muchos demonios lucharían junto a los ángeles por un enemigo común, por la misma causa.

Habían predispuesto una barrera-espejo, gigantesca e invisible a ojo humano en torno a todo lo que sería el campo de batalla, para que ningún mortal interviniese ni viera lo que estaba a punto de suceder. El cielo era un infierno de rojizo y dorado atardecer, que bañaba la nieve de las colinas y las formaciones rocosas.

Ángeles y demonios habían llegado casi al mismo tiempo. Una congregación de millones de individuos hasta donde alcanzaba la vista. Alas blancas y alas negras. Todos los que podían luchar había acudido de distintas partes del mundo ante la orden de Lucifer, por parte demoníaca, y la llamada del deber y el honor por parte de los ángeles, a petición de los arcángeles.

Todos estaban en la misma zona de la colosal colina nevada, dos ejércitos pegados, dispuestos a luchar juntos a pesar de sus diferencias pasadas, pero aun así, los demonios estaban a un lado y los ángeles al otro.

En el pasado, Gabriel se había enfrentado con fortaleza y valor a sus enemigos, pero ahora el miedo se aferraba a ella. Los ángeles eran un número mucho menor y ninguno luchaba ya con la misma destreza que en tiempos pasados. Ya no podía volar, su cuerpo era una carga pesada de la que no podría deshacerse, y en tierra la vulnerabilidad era mayor.

Ella estaba en primera fila, tal y como le correspondía como arcángel. Miró a su izquierda y hacia atrás. Había firmeza y decisión en muchos de sus compañeros, pero también vio miedo. Miró a su derecha, muchos demonios tenían expresiones fieras, ansiosas ante la batalla, pero también vio que había algunos que no deseaban estar allí. <<La mayoría son jóvenes>> pensó Gabriel con un nudo en el estómago, habrían tenido muchos combates pero quizás ninguna batalla como aquella.

Sintió la presencia de Astaroth a su lado, la mano de él se aferró a la suya. Ambos intercambiaron una mirada, y en los ojos del otro, cada uno encontró la fuerza que necesitaba.

—La primera y última vez que estuvimos aquí luchamos en bandos diferentes —dijo Astaroth, con un aire que danzaba entre el sarcasmo y la solemnidad—. No recuerdo si me enfrenté cara a cara contigo, pero sí lo hice muchas otras veces después. Ahora mi espada no será la que intente herirte, sino la que te defienda.

—Y yo te defenderé a ti —declaró Gabriel.

Sus manos se aferraron con más fuerza cuando vislumbraron en el horizonte unas filas de sombras recordadas por el sol. El ejército de los Vigilantes. Estaban demasiado lejos como para poder discernir cuántos eran, pero la inmensidad crecía, junto con sus gritos de guerra, eran cientos y cientos de miles... no, millones. Igualaban a ambos ejércitos del otro lado. Gabriel no se esperaba que fueran tantos.

Miguel y Lucifer estaban a la cabeza sus respectivos ejércitos, ambos caminaron hacia cada lado, mientras proclamaban en voz alta sus discursos, arengando a sus tropas.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora