Capítulo 28: La búsqueda

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Angelo – Londres, Inglaterra

Después de hartarse de dar vueltas como una fiera enjaulada, Angelo abandonó la habitación de su hotel y se internó en las calles londinenses. No había podido coger un avión de vuelta a Nueva York, y aún tendría que esperar unos días para poder hacerlo, porque había una alerta general en los aeropuertos, debido a ese virus que había aparecido desde hacía un par de semanas atrás, en distintos lugares del mundo al mismo tiempo y estaba extendiéndose con rapidez. Los humanos eran especialmente sensibles a ese tipo de cosas, solo esperaba que todo no desembocase en un tremendo caos, porque sería realmente fastidioso para tener que desplazarse de un lugar a otro, y no tenía energías para pasar al estado espiritual, todavía no se había recuperado del esfuerzo gastado cuando lo hizo para despedirse del espíritu de Cat, dieciséis años atrás.

Encima estaba el asunto de ese planeta que había aparecido de la nada y que amenazaba con estrellarse contra la Tierra. Un planeta con una barrera que hacía que fuera invisible e indetectable para los humanos, y que fuese inalcanzable e indestructible para los ángeles y demonios que tuvieran la intención de usar su poder contra él. Un plan infalible.

El supuesto fin del mundo se acercaba para humanos e inmortales por igual, de una forma o de otra, pues qué bien...

Abandonó el lujoso barrio de South Kensington, con sus edificios blancos y rojos, caros y elegantes, cogió un taxi sin importarle cuánto costara el largo trayecto, y fue hasta las modernas y desenfadas calles de Camden Town.

Estuvo un rato paseando por allí, observándolo todo y dejando que el frescor de las noches frías de allí le calmara y apagaran el fuego de la frustración que sentía dentro.

Hasta que de pronto volvió a sentir esa sensación que sentía a veces, esa especie de conexión con Cat que le informaba de que algo no iba bien con ella.

Él era capaz de sentirlo. Leves emociones y sensaciones que lo atravesaban en muy contadas ocasiones. La última, fue una especie de leve opresión en su alma, la sensación de sentirse observado, y un siniestro calor en el brazo, al que luego miró, pero no había nada en él. ¿Qué sería aquello? ¿Qué le había pasado a Cat?

Esta vez, lo que sintió fue una breve angustia y como por un momento se le aceleraba el pulso. ¿Y eso otro qué significaba?

Lo único que sabía era que ambos estaban conectados. Y esa conexión era más poderosa de lo que él creía.

Pudo sentir incluso cuando estaba en peligro, pero no pudo llegar a tiempo para rescatarla, para protegerla, nadie pudo hacer nada.

Ahora ¿a quién podía acudir? Ya había hablado con muchos de sus contactos, de todo el mundo, hasta los más experimentados, incluso le había preguntado a Nergal, a pesar de que sabía que Astaroth ya lo habría hecho; y ni el mismísimo Señor de los Espías del mundo demoníaco podía darle alguna forma de llegar hasta ella. ¿Quién podía hacerlo entonces? ¿Cómo iba a encontrarla?

De nada servía preocuparse ahora. Tenía que relajarse, tenía que pensar, sobre todo pensar...

Suspiró y movió la cabeza para apartarse un poco el pelo cuando un soplo de viento revolvió sus despeinados cabellos negros y un mechón se le metió en un ojo.

¿Pensar? Y una mierda, lo que necesitaba era olvidarse de toda aquel asunto durante unas horas, divertirse un rato. Luego ya, cuando se sintiera más despejado, volvería a ello.

Entró en uno de los modernos y atestados bares de la zona, se sentó en la barra y pidió una copa. Después de tenerla ante sí y dar un largo sorbo dio una mirada al panorama, y no era nada inusual en el que estaba acostumbrado a ver a estas horas de la noche en los bares.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora