Capítulo 64: El Juicio Final (SEGUNDA PARTE)

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     Millones de espíritus de ángeles y demonios cayeron del cielo y se estrellaron contra la Tierra, regresando a sus cuerpos de la forma más violenta y espantosa. Al encierro, envueltos en dolor y condenados a la extinción.

Gabriel inspiró una violenta bocanada de aire en cuanto volvió a sentir su cuerpo. El dolor era intensísimo, en cada músculo y cada hueso. Tosió, notando la garganta seca y raspada, la cabeza le martilleaba y su visión se emborronaba. Se incorporó en el suelo, temblorosa y sintiéndose horriblemente aprisionada por su cuerpo. Por una vez desde hacía siglos había podido volver a experimentar lo que era estar en su forma espiritual, libre, y además unida a otros en una conexión como nunca antes la había sentido. Había sido algo intenso, hermoso y especial, y había terminado demasiado pronto. Se le llenaron los ojos de lágrimas, estaba sucia, empapada de sudor y de sangre.

Lentamente volvió a la monstruosa realidad. En torno a ella, cientos de miles de ángeles y demonios estaban experimentando un regreso similar al de ella. Algunos se encogían sobre sí mismos, otros se quedaban temblando en el suelo o de rodillas, otros lloraban, gemían de dolor o murmuraban cosas, otros estaban mudos y tenían la mirada perdida, o se arrastraban hasta cadáveres de amigos, parejas, compañeros o familiares que habían muerto en la batalla. Entre los gritos, gemidos, lamentos y llantos, pudo distinguir entre ellos a Remeiel, que lloraba por la muerte de Ashriel, vio a lo lejos a Jeiazel intentando despertar a Ezequiel, sin conseguirlo. Rafael estaba tan malherido que no podía moverse, seguía con vida, pero no debía de quedarle mucho. Chrystel y Nithael estaban muertos. Lailah tenía el rostro cubierto por las manos y sollozaba de rodillas, cerca del cadáver de su hermana mientras Ch'ang-E la abrazaba y observaba con cierta amargura a Jade desde lejos, que acunaba el cuerpo sin vida de Orias. Adriel y Lamia habían muerto uno al lado del otro mientras combatían. Entre los demonios también rondaba el desconcierto, la rabia y la desesperación, Asmodeus y Mammón habían muerto, Belial estaba temblando en el suelo y era incapaz de levantarse, Lilith intentaba atender la herida de una diablesa que era hija suya.

Gabriel quería ayudarlos a todos, pero apenas le quedaban fuerzas y había demasiados que necesitaban auxilio.

Aún podía captar retazos de montones de pensamientos y emociones ajenas:

<<Nos han rechazado.>>

<<Estamos perdidos.>>

<<Tengo frío... duele mucho... ayuda...>>

<<Por favor quiero volver... quiero volver allí...>>

<<...no, ¡por favor! Que no esté muerta, que no esté muerta...>>

<<No quiero morir, no quiero morir, no quiero morir.>>

<<Los animales, los bosques, los humanos, nuestro mundo... todo perecerá.>>

<<¡Socorro!>>

<<Podía volar. Estábamos todos juntos. Casi habíamos vuelto a casa.>>

<<¿Por qué? No merecemos esto. Lo siento, lo siento muchísimo...>>

<<Tan cerca...>>

<<Tan lejos...>>

Gabriel alzó la cabeza. La luna estaba roja y el sol negro. El cielo entero se encontraba sumido en un manto de tinieblas. La oscuridad de Abadón cubría todo el planeta. Cientos de partículas caían como ceniza en la tierra y absorbían lentamente la vida. Ella lo sentía en su propia esencia, se estaba debilitando. Abadón los estaba matando a todos de forma lenta y cruel, disfrutando con el sufrimiento de todos, y no podían hacer nada.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora