Capítulo 22: Un rayo de luz entre las tinieblas

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 Noto como mi corazón se desangra más y más con cada una de mis incesantes lágrimas. Lloro encogida en la cama, abrazada a la almohada, sin poder parar este dolor que siento.

Nunca me había sentido así. Con este vacío hueco en mi interior, la piel fría y temblorosa y mi corazón con un dolor tan fuerte como si estuviera ardiendo, abrasada entre las llamas del infierno.

Es como si me hubieran arrancado una parte de mi alma, desgarrándola a tiras. No es una parte de mi cuerpo, ni de mi mente... es una parte de mi interior. Desgarrando mi esencia en puro dolor, atravesando mi interior con mil puñales de fuego.

Preferiría romperme una pierna o un brazo, quemarme la piel o que me arrancaran las entrañas. Cualquier cosa sería mucho menos dolorosa que esto que estoy sintiendo... un dolor que me va consumiendo poco a poco, apoderándose más y más de mí cada segundo que transcurre en este océano de sufrimiento, hundida, sola y perdida entre las tinieblas de mi propia oscuridad.

No voy a volver a ver a Elise ni a Alex, y puede que tampoco a Seth, a Angelo ni a Dari. Ya no me quedan esperanzas, me las han arrebatado todas, siento que ya no soy capaz de creer en nada.

Recuerdo claramente como si lo volviese a vivir, la conversación que tuve con Elise, aquella noche en el jardín de la mansión. Elise, que estaba llena de ilusiones, soñando con un futuro incierto pero con ánimo de ser glorioso. Íbamos a hacer un viaje juntas por Europa, ella iba a salir con Alex, iba a ir a la universidad. Ahora no podrá hacer nada, porque le han arrebatado su futuro, como a Alex, que este año había empezado a estudiar Derecho para convertirse en abogado ambientalista; Alex, que le encantaba apuntarse a todo tipo de planes de viajes y salidas con amigos, que tenía una enorme voluntad, mucha energía y una sonrisa fácil, y ahora ya no queda nada de lo que fue.

Cruel y violentamente, la imagen de sus dos cadáveres me viene a la mente y se niegan a apartarse. Los dos muertos, en el suelo. Los charcos de su sangre haciéndose más grandes. Los demonios observándonos, deleitándose con mi sufrimiento al verlos morir. Ambos confesándose sus sentimientos, Alex suplicándome que lo mate para que Elise no fuese torturada, Elise llorando y gritando, Lamashtu con su sonrisa venenosa, los ojos abrasadores de la Sombra taladrándome, Semyaza agarrando mi brazo y provocando que la espada que estaba en mi mano se clavase en el pecho de mi amigo...

Me llevo las manos al rostro y grito contra la almohada. No, no, basta, ¡BASTA!

Me pregunto cómo están sus familias, me gustaría poder llamar al menos a Maggie, comprobar cómo está, ofrecerle mi apoyo y que ella también me lo ofrezca a mí, pero no tengo teléfono ni ningún ordenador con acceso internet aquí, y no me dejan salir. De todas formas, no sé si tendría fuerzas para poder hablar con ella ahora mismo, para poder soportar tener que oírla llorar al otro lado de la línea y preguntarme si yo lo había visto todo, obligarme a que le diese detalles o culparme por no haber podido impedirlo. No, no podría soportarlo. Me siento como una egoísta y una cobarde.

Por favor, por favor... que Dari y Seth estén bien, ojalá que no les pase nada en el Otro Mundo. No podría soportar más muertes ahora. No quiero perder a nadie más.

Y Angelo...

¿Por qué me duele tanto el corazón al pensar en él? Sé que está bien, le irá mejor si no vuelve a involucrarse en este asunto tan peligroso, estará a salvo, no tendré que temer por su vida igual que por la de los demás, podrá seguir teniendo su propia vida y disfrutarla.

Pero quiero volver a verle. Lo deseo con toda mi alma. ¡Maldita sea, ¿por qué?!

Le necesito ahora más que nunca, y a Seth y a Dari, y a mis padres. Pero me arrebataron a mi hermano y el resto me han dejado sola.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora