Si esta habitación estuviera llena de relojes, todas las agujas se habrían detenido en este instante. El silencio es como una espada, una espada que acaba de clavarnos a todos Belcebú tan solo usando una palabra, un nombre.
Sariel... observo a Seth sin poder creérmelo. Angelo está igual de estupefacto que yo. Sariel, el séptimo arcángel, el encargado de los espíritus de los hombres que pecan, es el más desconocido de todos, aparece en muy pocos textos apócrifos, al contrario que el resto de los arcángeles, y en muchos textos su nombre varía a otros por las traducciones y distintas interpretaciones como Suriel, Zerachiel, Seraquiel o Jariel... pero Sariel es su auténtico nombre, el mismo que se menciona en El Libro de Enoc.
Pero mi madre me dijo que Sariel estaba muerto. Las circunstancias de su muerte no estaban claras, algunos ángeles decían que había sido abatido en Combate contra un demonio, otros que se lo había llevado la Plaga. Y sin embargo, si lo que Belcebú dice es cierto, significa que todo eso eran solo rumores infundados, que Sariel está vivo y está aquí mismo. ¿Cómo es posible? ¿Nos ha mentido todo este tiempo? ¿Acaso fingió su muerte? ¿Por qué nos ocultó su verdadera identidad?
Las preguntas mueren en mi garganta al fijarme en la expresión de Seth. Tiene la vista fija en Belcebú y parece totalmente confundido, como si no supiera de qué le está hablando.
—¿Sariel? No digas tonterías, yo solo soy un ángel menor, el arcángel Sariel falleció hace tiempo.
Belcebú amplía su sonrisa y avanza unos pasos hacia nosotros, sin bajar ningún escalón.
—¡Claro que lo eres! ¡Pero cuán decaído, cuán diferente del que, revestido de un brillo deslumbrado en los felices reinos de la luz, sobrepujaba en esplendor a millares de resplandecientes espíritus!
Sus palabras me hacen fruncir el ceño. Las reconozco, es una frase del libro El paraíso perdido, una frase que irónicamente dice el propio Belcebú en el libro, aunque dirigida a Lucifer, que según esa versión de la historia había sido un arcángel.
—Una pena que ahora no seas más que la sombra de aquello que fuiste —prosigue Belcebú, con una expresión de fingida congoja—. Un ser enfermo y desmemoriado que ha perdido todo el poder y la luz que le caracterizaba.
Me invade una intensa inquietud cuando empiezo a comprender lo que Belcebú está diciendo. Sariel no murió, enfermó por la Plaga y perdió la memoria. ¡Por eso no recuerda que fue un arcángel!
Cruzo un mirada con Angelo. Parece estar pensando lo mismo que yo. Me giro hacia el ángel.
—Seth...
—No le creas, Cat. —me dice mi compañero angélico—. No es más que otra de sus artimañas.
—Puede que sea una artimaña, pero hablo con la verdad. El deseo de Selenia fue que no te revelase nada, ella no quería herirte, pero yo me he cansado ya de fingir y cumplir todos sus caprichos. Te debo la verdad, mi antiguo enemigo. En antaño tú y yo fuimos grandes rivales y me ofende considerablemente que hayas podido olvidar algo así.
ESTÁS LEYENDO
Dos velas para el diablo 2: Alfa y Omega
Viễn tưởngCuando Cat asiste al secuestro de su hermano Dari y otros Hijos del Equilibrio, por un misterioso grupo de demonios llamados Los Vigilantes, toma la decisión de embarcarse en su búsqueda para encontrarlos. Por el camino irá enfrentándose a peligros...