Capítulo 25: Heridas que el tiempo no puede curar

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Apenas pude dormir anoche, desde mi encuentro con los Devoradores y Azrael. Mi cabeza no ha parado de darle vueltas a todas las cosas que me contó.

Voy a tener que hablar seriamente con Seth sobre este asunto, no me gusta que me haya ocultado algo tan importante, y con mi madre, por haber permitido que Remeiel y Azrael me borraran esos recuerdos, por mucho que fuese por mi bien.

Pienso en el asunto de ese rúaj, pero sigo sin saber a qué se referían la Sombra y el Ángel de la Muerte. Me he puesto a repasar mentalmente todos los mitos, leyendas y textos apócrifos que he leído o me han enseñado a lo largo de mi vida, pero nunca había oído ni leído ningún concepto como ese. Necesito más información, pero ahora no tengo acceso a internet ni puedo visitar ninguna biblioteca. Rayos, no me quedará más remedio que esperar.

Daría lo que fuera por poder hablar con alguien conocido, con alguien que me apreciara, aunque fuera a distancia a través de una llamada de móvil o mensajes de WhattsApp o por alguna red social. Aunque también necesito contacto humano, sentir la presencia de alguien a mi lado, que me abracen... por lo menos puedo abrazar al gato, aunque el animal va mucho a lo suyo y no le gusta que estén todo el día encima de él.

Me paso el día entre pensando mucho, jugando con el felino, y leyendo algunos libros.

Cuando caigo en mi cama y me duermo, un sueño viene a visitarme.

Sueño con Angelo. En el sueño él tiene alas, dos alas de sombra con las que puede volar, me coge entre sus brazos, me eleva y me da vueltas, y yo danzo con el diablo por el cielo nocturno, entre las nubes y las estrellas, y risas de felicidad. Me siento ingrávida, más ligera que nunca, liberada y despreocupada. Me abrazo a él y todas mis preocupaciones desaparecen.

Entonces, los contornos humanos de Angelo desaparecen, dejándome a cambio la forma de una sombra de ojos rojos, un ser hecho de tinieblas, su verdadera esencia. Como la de aquel demonio de Los Vigilantes, como la del demonio de mis sueños anteriores.

De pronto los astros desaparecen a nuestro alrededor, todo se vuelve oscuro, siento que algo tira de mí hacia atrás y me aparta de sus brazos. Una de mis manos se queda entrelazada con la del otro. Echo un vistazo detrás de mí, pero no hay nadie, solo una luz, una luz preciosa que refulge con fuerza, y es lo que tira de mí, como un potente imán.

No, no quiero separarme de él. ¡Angelo! No me sueltes, no me dejes...

Él me dice unas palabras que recuerdo que ya las había oído antes, en otros sueños anteriores. No puede ser... ¿se trata de él? ¿Es Angelo la sombra del demonio que aparece siempre en ese sueño que se repite? Sí, es la misma voz, es su voz.

Nuestras manos se sueltan y antes de que la luz me trague, oigo sus últimas palabras:

«Te esperaré.»

Cuando abro los ojos y despierto, todo me parece irreal. Me incorporo en mi cama y observo mi mano, la mano que estuvo entrelaza a esa otra mano en el sueño, antes de separarnos para siempre.

La promesa... aquella promesa que hicimos. Me la hizo él. Pero ¿por qué me prometió que me esperaría? ¿Dónde? ¿Cuándo ocurrió eso y por qué? Yo no lo conocía de antes, no entiendo nada.

Me abrazo las piernas y apoyo la barbilla entre las rodillas. Pensando y pensando.

Pasan las horas. Fuera está lloviendo y hace un día espantoso. Me preparo algo de comer cuando me ruge el estómago y luego voy al baño a asearme. Le cambio la comida a mi gato, que debe estar explorando por algún rincón de la villa, porque no lo he visto en todo el día. Mientras me ducho, sigo pensando, dándole vueltas a multitud de ideas.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora