Capítulo 15: Revelaciones

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—¡¡Nooooo!! —grito incorporándome con violencia. Respiro entrecortadamente, recordando esa pesadilla. El secuestro, la celda, Eleanor, la ciudad fantasma, la oscuridad, la sangre, esas criaturas....

Me aparto el flequillo de la frente, que tengo empapada de sudor. Cierro los ojos un momento, respirando entrecortadamente, hasta recuperar el ritmo tranquilo de mi respiración y que los desenfrenados latidos de mi corazón se vayan calmando poco a poco.

Tranquilízate Cat, solo ha sido una pesadilla, no...

Abro los ojos otra vez, me aparto la mano de la frente... y veo que mi mano está cubierta de sangre seca.

La sangre... no ha sido una pesadilla. También mis muñecas y brazos están cubiertos de arañazos y moratones. Nada ha sido una pesadilla.

Pero, pero no puede ser. ¿Y esas criaturas?

No llevo la chaqueta puesta. ¿Qué ha pasado con ella? Ah, claro, esas cosas me agarraron y tuve que deshacerme de la chaqueta para poder librarme de ellos.

Claro que ¿dónde estoy ahora?

Vislumbro por primera vez el lugar donde me encuentro. Estoy en una especie de habitación de lo que parece un edificio viejo, tumbada sobre un colchón desgastado con una sábana por encima. En la habitación hay muy pocas cosas, una mesa, y un par de sillas, una de ellas tirada en el suelo con dos patas rotas, hay en la esquina un mueble de madera con cajones entreabiertos, y en un lado unas cajas tiradas por el suelo, con algunos libros y hojas de papel también desparramados por el suelo. Me fijo además en una radio de aspecto muy, muy antiguo. Todo es muy viejo y está lleno de polvo, como si llevara décadas abandonado. Hay también una pequeña ventana y un conducto de ventilación por donde entra un poco de luz.

Pero... yo antes estaba en unas calles, era de noche, y había unas criaturas que... ¿dónde están?

—Vaya, parece que ya has despertado —dice una voz que me sobresalta.

Me giro hacia el interlocutor de la voz.

Ha aparecido de repente en la habitación, sin que yo pudiera percibirle.

Es un hombre joven de veintitantos, alto y enjuto, tiene el cabello rubio, corto y liso. Viste con ropa de calle y sus ojos son de un azul intenso, como el cielo despejado en un día de verano.

Un momento, me resulta familiar. Yo... ¡yo conozco a este tipo!

—¡Tú! —exclamo y casi me caigo del colchón por la forma en la que acabo de reaccionar.

Es ese tío, el que nos atacó a Angelo y a mí en Madrid. Sí, sin duda, y lleva su espada, pero no puede ser que esté aquí.

No tengo tiempo para hacerme preguntas. Reacciono instintivamente. Me incorporo y me levanto del colchón. Lanzo una exclamación de dolor al poner los pies en el suelo y casi me caigo, pero me mantengo en pie.

—No deberías forzarte. Es mejor que descanses —me aconseja él.

Tiene una voz suave y amable pero yo sigo sin fiarme ni un pelo.

—Aléjate de mí —pronuncio furiosa por una parte y por la otra muerta de miedo, pero no puedo evitarlo, porque estoy débil y malherida, y no me siento con fuerzas para nada, ni si quiera para poder seguir manteniéndome de pie, y sin embargo lo sigo haciendo.

Cuando avanza hacia mí, me alejo costosamente un par de pasos de él, tambaleándome.

Entonces veo de reojo algo en el suelo. ¿Es...? Ni me pregunto si lo es realmente ni qué hace ahí. Reacciono rápido, desenvaino la espada que hay en el suelo y la interpongo entre los dos.

Dos velas para el diablo 2: Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora