Capítulo 7

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—Entonces... ¿Qué vas a prepararme?—. Cuestionó Valtiel mientras caminaba junto a mí por la acera.

—Primero: quiero que me lo digas todo, de ser así yo haré mi parte—. Dije sin mirarlo.

—No ganas nada comportándote así conmigo—. Comentó girando su rostro para verme.

—¿Ah, sí? Entonces ¿Por qué no me has hecho nada aún?—. Le pregunté firmemente, siendo consciente de lo que era.

—Si quieres puedo matarte ahora mismo—. Soltó con molestia, deteniéndose.

—¡Bueno, entonces hazlo de una maldita vez!—. Grité con enojo.

Valtiel me miraba con asombro, hasta cierto punto sentía demasiada ira que había olvidado el lugar en donde estaba, en medio de la calle con un ser invisible para los demás.

—Mierda—. Musité mientras sentía mi cara arder en ese momento, notando como la gente se había detenido a observar.

Valtiel por su parte comenzó a reírse a carcajadas. Apresuré mis pasos para regresar a casa de una vez, enojado y avergonzado por lo ocurrido. Entré a casa cerrando de un portazo dejando a Valtiel del otro lado, subí a mi habitación sin importarme que ese demonio estuviera afuera.

—Es de mala educación cerrarle la puerta en la cara a las personas—. La voz de Valtiel me sobresaltó, al voltear lo encontré sentado en la silla de mi escritorio.— Estás haciendo que pierda la paciencia, Jace—.

Tomé una postura más firme a diferencia de las veces anteriores en donde me comportaba como un perro asustado, lo retaba con la mirada aunque Valtiel solo me mirara tranquilamente.

—El que está perdiendo la paciencia soy yo, ya estoy harto de tu presencia—. Mi tono de voz se escuchaba serio.

—¿Y por qué no sales con tus amigos?—. Preguntó.

En ese momento me giré molesto y en silencio pues aún no tenía amigos y no pensaba tenerlos pero el hecho de que otra "persona" me preguntara por ello me hacía sentir deprimido.

—¿No tienes amigos con los cuales salir? Diablos, eso es patético para tu edad—. Escuché la voz de Valtiel detrás mio, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

—Cierra la boca—. Le contesté harto de sus palabras estúpidas.

—Sólo digo la verdad. Es sábado ¿y tú te encierras a estudiar? Aburrido...—. Decidí ignorarlo.

—No estoy estudiando... ¡Estoy buscando la maldita forma de que te largues de mí vista!—. Volví a gritarle molesto después de un momento.

Por suerte, mi padre ya no se encontraba en la casa evitando regaños y preguntas de su parte. Valtiel se abalanzó contra mí haciendo que chocara con la pared, tomó mi cuello con agresividad y se acercó poco a poco a mi rostro susurrándome algunas palabras.

—Ambos sabemos que ha puerta cerrada te conviene que estés a mi lado—. Dijo cerca de mi oreja.

Me soltó lanzando mi cuello con disgusto y desapareciendo frente a mí lo cual no había visto hasta ahora dejándome levemente asombrado, no sabía a lo que se había referido, por un momento pensé en mi vida conviviendo con Valtiel lo cual parecía una terrible comedia barata pero por alguna razón lo imagine como un amigo y no como lo que era. Me di un golpe en la cabeza con la pared para olvidar esos pensamientos absurdos y me acosté en mi cama tomando mi celular con fuerza.

Ya no quería hacer nada, no podía dormir sabiendo que Valtiel estaría viéndome, no podía ir al baño y mucho menos bañarme, me di por vencido y me quede dormido. Abrí los ojos y no había absolutamente nadie, la luz del sol matutino se filtraba por mi ventana, me tallé los ojos y noté que había alguien sentado en la orilla de mi cama, era mi madre quien me estaba sonriendo con amabilidad como solo ella podía hacerlo. Sentí una presión tan fuerte en el pecho que me hizo levantarme rápido de la cama para abrazarla pero al girarme para volver a verla ya no estaba, miré por todos lados pero ya no estaba ahí, sólo el silencio.

Caminé a mi puerta para abrirla pero era como si estuviese atascada, unas voces detrás de mí me hicieron voltear y ver a mi madre recostada en mi cama pero el ambiente era diferente; ahora se encontraba en su lecho de muerte, con esa tela que ocultaba su calva debido al cáncer, tomaba la mano de alguien que no parecía reconocer al principio pero conforme giró su cabeza me dí cuenta que era yo cuando estaba más joven.

Desperté de un salto, estaba llorando, sudando demasiado, mi respiración era tan agitada y mi visión tan borrosa que no había visto a Valtiel sentado en la silla de mi escritorio.

—Fue una pesadilla...—. Mencionó Valtiel con un tono bajo.—Ella parecía amarte de verdad—.

—¿¡Qué!? ¿Ahora vas a meterte en mi cabeza hasta cuando duermo?—. Le reclamé algo agitado y molesto.

—Perdón, no debí hacerlo pero no dejabas de balbucear dormido, quería saber que soñabas...—. Contestó mirando el suelo.

—Bueno ya viste ahora te puedes ir...—. Me volví a acostar volteando mi cuerpo para no verlo.

—Tienes suerte de que alguien te ame...—. Fueron las ultimas palabras que escuché de Valtiel esa noche.





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En las garras del demonio (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora