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A la mañana siguiente, Jackson se despertó por el hambre. No había querido bajar a cenar junto con Mark. Lo que menos necesitaba era volver a ver a J.B. Pero ahora, varias horas después, su cuerpo, que solo contenía el pastel y el café que había comido con Bambam, estaba implorándole por algo.

Se levantó, tratando de hacer el menor ruido posible. Mark dormía en la otra cama, cubierto solo con una sábana, hecho un ovillo. A Jackson le dio lástima y le pasó el cobertor por encima. Cuando comiera algo iba a regresar y se iba a acostar junto a él, él mayor probablemente había pasado una mala noche debido al frío.

Salió del cuarto, no sin antes mirar a un lado y a otro del pasillo. Al cerciorarse de que no había nadie despierto, y de que apenas amanecía, decidió bajar a la cocina. Pensó que, al menos, quedarían sobras de la cena. La cocina lo recibió, completamente limpia y silenciosa. Le llamó la atención una bandeja que había sobre la meseta. Se acercó y notó que había una nota encima de unos platos cubiertos con celofán.

¨Jackson¨

¿Por qué estaba su nombre allí?

Vio que dentro de los recipientes había comida. Estaba fría, pero al menos era comida. Recordó que Bambam había usado el microondas ayer para calentar el pastel. Así que hizo lo mismo que él. Metió todo allí, quitándole primero el celofán y presionó el botón de encender. El aparato se fijó automáticamente en treinta segundos y Jackson esperó, mirando desde afuera, con impaciencia, a que la comida estuviera lista.

Porque si tenía su nombre es porque era para él. ¿No?

Cuando pasó el breve lapso, Jackson sacó la comida, notando, algo frustrado, que apenas se había calentado. Decidió repetir cada paso, al menos hasta que estuviera lo suficientemente caliente.

La tercera vez que abrió y cerró la puerta del microondas casi se muere del susto al notar como alguien extendía un brazo por detrás de él y accionaba los botones, fijando el temporizador en cuatro minutos. Se giró rápidamente, notando que estaba acorralado entre la meseta y el cuerpo de alguien más. Estaba tan distraído que no había notado su presencia, pero ahora le era imposible no alarmarse.

Porque allí estaba su alfa, a menos de veinte centímetros. Sonriéndole. Con los mechones de cabello sudado cayéndole sobre la frente, con sus brazos apoyados por detrás de él, en el borde de la meseta, impidiéndole moverse, dejándolo sentir su olor, atormentando sus sentidos.

-¿Nunca habías usado un microondas en tu vida?

Aquella sonrisa irreal, y el sonido de su voz, tan cerca...

Los labios de Jackson temblaron, en un vano intento por articular algún tipo de respuesta.

-¿Ya te sientes mejor?- continuó J.B., sin moverse un solo centímetro.

Los ojos de Jackson no podían estar más abiertos. Jaebum lo miró con curiosidad. No quería moverse porque nunca había podido ver al chico de cerca. Tenía esos grandes ojos que parecían impropios de alguien que lucía como él. También era un poco más bajito. La estatura justa para abrazar. J.B. no podía borrar una sonrisa tonta de su cara, porque, por primera vez, le gustaba la reacción de alguien al verlo, Jackson lo miraba sorprendido, también asustado, pero no intentaba huir, y lo seguía mirando, como si, de repente, se hubiera vuelto el centro de su mundo.

Lo siguió recorriendo con la vista, desplazándose, inevitablemente, por el resto de su anatomía. Esto le sirvió para confirmar que Jackson tenía un físico excelente. Aunque esa era la forma decente de decirlo, porque los adjetivos que pasaron por la mente de J.B. van a ser omitidos para mantener cierta elegancia lingüística.

¡No se admiten mascotas! <JackBeom>✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora