Extra 1

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Memories...

Tal vez suene como una locura, pero Mark aún recuerda la primera vez que vio a Jackson.

Era uno de los recuerdos más lejanos que tenía, pero la imagen aún seguía grabada en su memoria como una más de las tantas cosas de su pasado que sabía que no iba a olvidar nunca. Recuerda a aquel pequeño niño de mejillas regordetas, recuerda verlo a lo lejos mientras su padre lo alzaba en brazos. Recuerda que le pareció como si alrededor de ellos dos hubiera un brillo especial, uno que te hacía olvidar el fondo de casas derruidas y calles llenas de basura.

Recuerda que Jackson sonreía. Aún demasiado joven e ingenuo, aún feliz. Las manos del padre de Jackson eran grandes, fuertes y lo levantaban como si no pesara, haciendo que el pequeño híbrido sintiera una alegría desbordante.

Mark nunca había visto una sonrisa así.

Aun si apenas tenía tres años, supo reconocer esa felicidad de Jackson como algo tan ajeno, tan irreal.

Para él, que de nuevo había sido dejado solo en su casa, sin nada de comer a beber. Mirar aquella escena lo hizo sentir un extraño dolor por dentro. Un dolor que se unió al de su pancita vacía y casi lo hace llorar.

Mark conocía a la familia de Jackson. Los conocía de vista, y sabía que, al contrario que la suya, eran una familia feliz.

A pesar del dolor, a Mark le gustaba la paz que le transmitía ver a Jackson sonreír en los brazos de su padre. Él nunca había tenido algo así. Sus padres nunca lo habían alzado en sus brazos para verlo reír. Usualmente, estaban borrachos o drogados, o si no, simplemente desaparecían por días, dejándolo solo en la pequeñísima casa de paredes de latón. Mark no tenía un solo recuerdo feliz en aquel sitio. No recordaba que lo hubieran tratado con dulzura o lo hubieran cuidado y protegido.

Si lo pensaba bien, era un verdadero milagro el que hubiera crecido como hasta ahora.

Por eso, en medio de todo aquel ambiente, tan cargado de vicio, odio y violencia, ver una familia como la de Jackson, que, a pesar de la pobreza y el peligro, trataban de mantenerse juntos y felices, era como un ancla en la cordura. Lo único que lo hacía desear algo más allá de simplemente sobrevivir.

Además, no fueron pocas las veces que la madre de Jackson se dirigió a él, tal vez de la misma manera que se dirigiría a cualquier otro niño sucio que anduviera por ahí. Él recordaba su largo cabello castaño, también un poco sucio y desgreñado, asomándose en su campo visual, mientras su mano pequeña y delicada le ofrecía un pedazo de pan.

Mark, al principio, no lo había entendido, pero la sonrisa de aquella mujer aclaró la situación como el sol que despeja las nubes. Él había aceptado, notando como su manita temblorosa estaba tan sucia que manchaba la clara masa del pan. La sonrisa de la madre de Jackson era como la de su hijo, mágica.

Mark lo recuerda.

Lo recuerda perfectamente.

Recuerda que los años pasaron, y recuerda que nada parecía cambiar nunca. Recuerda como su padre cada día parecía más frustrado con todo y con todos. Recuerda las veces que lo golpeó, la sensación de que su cuerpo se partiría en dos era demasiado aterradora. Recuerda las veces que su propia madre le quitaba cualquier cosa de comer que él hubiera conseguido, alegando que se lo debía por traerlo al mundo.

Aun si Mark no había comido nada en los últimos dos días.

De cierta forma pensó que siempre sería así. ¿Por qué habrían de cambiar las cosas? Todo era lo mismo, todos eran lo mismo.

Y odiaba saber que probablemente él también fuera así en el futuro.

Pero las cosas sí cambian. Y él lo aprendió cuando tenía cinco años. Se dio cuenta de ello la primera vez que vio a la madre de Jackson llorando. No era inusual que pasara cerca de su casa mientras volvía de buscar comida, le gustaba ver de pasada como jugaban con Jackson o como simplemente lo cargaban en su regazo para que se durmiera.

¡No se admiten mascotas! <JackBeom>✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora