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-Aish… apaga eso.- Bambam se removió de un lado a otro debido al molesto sonido que insistía en perturbar su sueño. Se acurrucó del lado contrario y el sonido se detuvo. Ya casi había vuelto a agarrar el hilo de su sueño cuando de nuevo aquella música lo hizo despertar. Abrió los ojos, ya bastante irritado, pero enseguida notó que no estaba en un lugar ni remotamente familiar.

Aquella habitación tan amplia y soleada no era la suya, por no hablar de aquella cama.

-¿Sí?

-¿Pero qué…?- casi pega un brinco al sentir aquella voz junto a él. Lo habría hecho de no ser porque Mingyu puso una mano sobre su rostro, cubriéndole la boca, en una petición silenciosa -y algo brusca- de silencio.

-¿Qué sucede?- Mingyu continuó su conversación telefónica mientras sujetaba a Bambam. El omega se removió un poco bajo su agarre, pero cuando Mingyu cruzó su mirada con la suya, algo en su interior le dijo que tal vez fuera mejor idea no moverse mucho.

Bambam no recordaba casi nada de lo que había sucedido. Su mente era un lío de imágenes, sonidos, olores y sensaciones. Estaba confundido a la enésima potencia. Si mal no recordaba, había sido secuestrado, sí, y había sido llevado a casa de Mingyu. Probablemente se había quedado dormido, pero entonces… ¿Cómo demonios había despertado junto a Kim Mingyu?

La mano de Mingyu lo soltó después de unos segundos de permanecer inmóvil y fue a enredarse en su cabello, acariciándolo distraídamente mientras su ceño fruncido hacia denotar que la conversación que estaba teniendo no era precisamente placentera.

Aquella caricia fue como un interruptor que acabó con la oscuridad de sus recuerdos. Todo regresó como una ola demasiado abrumadora. Bambam recordó cada segundo, cada caricia, cada beso y cada detalle. Inconscientemente se llevó una mano al cuello, constatando casi con pánico, el dolor punzante de la herida que tenía allí.

Mingyu, aún sin mirarlo, le retiró la mano del cuello y acarició con la suya la piel alrededor de la herida. Aquellos mimos no dejaban de confundir a Bambam. No porque no entendiera la razón, sino porque no entendía la forma en la que su cuerpo reaccionaba. ¿Por qué se tenía que sentir tan bien incluso cuando Mingyu lo acariciaba distraídamente, sin mirarlo siquiera?

Ahora era su omega, no había nada que pudiera hacer al respecto. Aún cuando sabía que lo de la noche anterior probablemente solo había ocurrido porque él no estaba en sus cabales de siempre. No podía ya sentir ni una pizca de la hostilidad que había sentido antes hacia Mingyu, le era imposible. En su interior había una mezcla rara de bienestar, calma, agitación y, tal vez, solo tal vez, felicidad.

El enlace podía sentirse, podía sentir a Mingyu en él. Probablemente Mingyu también sintiera lo mismo. Un nudo se formó en su garganta. ¿Qué haría ahora? ¿Qué sería de su vida ahora que se había convertido en el omega de Kim Mingyu?

De repente notó como una emoción se abría paso dentro de él, casi a la fuerza.

Ansiedad, también ira…

Casi irrumpiendo en su mente, empujando cualquier otra emoción, pidiendo ser notadas.

Miró el rostro de Mingyu, sus cejas estaba fruncidas y la mano que sujetaba el teléfono vibraba. No pudo evitar notar que Mingyu también tenía el hábito de apretar el teléfono cuando no le gustaba una llamada. Eso casi le provoca una sonrisa.

Pero sabía que esas emociones desagradables provenían de Mingyu, sabía que, lo que fuera que le estuvieran diciendo, estaba haciéndolo sentir mal. Tuvo deseos de quitarle el móvil y colgar la llamada, de abrazarlo y llenarlo de besos hasta que sintiera mejor, hasta que desapareciera esa sensación incómoda que tenía en la boca del estómago.

¡No se admiten mascotas! <JackBeom>✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora