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Yuto se acomodó el cabello con una mano a la vez que miraba a ambos lados de la calle y por encima de su hombro. Lo hizo más bien por costumbre. No pensaba que nadie realmente lo estuviera siguiendo, después de todo, su principal perseguidor estaba durmiendo en su casa después de una noche bastante agotadora.

El recuerdo lo hizo sonreír ligeramente, sus dedos acariciando suavemente su labio inferior. Jun, definitivamente, ya no le preocupaba.

Se mantuvo de pie en la esquina, esperando a que el semáforo cambiara y le permitiera cruzar. Ya la herida de su cuello estaba casi curada, pero, aun así, era más que obvio que acababa de enlazarse, así que optó por un hoodie sin mangas. No le daba tanto calor y a la vez ocultaba su cuello.

Cruzó con paso resuelto y recorrió los pocos metros de acera que lo separaban de la entrada del único edificio que había en esa cuadra. El guardia de la puerta lo reconoció y lo dejó pasar, no sin antes dedicarle una apenas perceptible mueca de desagrado. A Yuto esto no le incomodó en lo más mínimo, ya estaba acostumbrado.

Todo en aquel lugar lucía pulcro y ordenado, desde las macetas con plantas decorativas hasta las paredes blancas. Decoraciones de vidrio y un suelo de granito gris estaban tono con la sobriedad de todo en aquel sitio. Yuto odiaba el olor a medicinas y productos de limpieza que siempre había allí. Los humanos de ese sitio siempre iban impecables, olían impecable y eso era asfixiante para él.

Aun así, estaba dispuesto a soportarlo a cambio de su paga.

Caminó hasta la recepción y esperó a que la chica que atendía dejara de hablar por teléfono. Sonrió al ver la mirada turbada que esta le dedicó. Al parecer, ella no tenía tan buena memoria como el guardia de seguridad.

-Bienvenido a Im Pharmaceuticals. ¿En qué puedo ayudarlo?

-Necesito hablar con la Señora Im.- contestó, recostándose sobre el mostrador con descuido. La chica lo miró, detallándolo, preguntándose como aquel tipo con una desmangada vieja y jeans gastados podría querer ver a la presidenta corporativa de aquella compañía.

-La señora Im está ocupada.- contestó, como una autómata.

-Dígale que Adachi necesita hablar con ella.

La chica frunció el ceño.

-No creo que…

-Solo dígaselo. Explíquele que tengo lo que ella quería.

La recepcionista mantuvo su rostro de confusión, pero alzó de nuevo el auricular del teléfono y después de una brevísima charla volvió a mirar a Yuto, ahora con una expresión estoica a la vez que se ponía de pie.

-La señora Im lo recibirá en un instante. Acompáñeme.




Bambam se bajó del auto. Sintió su propio cuerpo rígido y tenso, los nervios aflorando en cada centímetro de su piel, haciéndolo sentir que podía temblar. Mingyu se bajó por su lado y lo convidó a pasar rápidamente con un gesto de su mano. Bambam obedeció, y cuando sintió una mano de mingua posarse en su espalda baja fue cuando único se dejó llenar por un poco de calma. Si pudiera quedarse todo el rato junto a su alfa, probablemente lograría salir de esa situación sin vomitar su almuerzo.

-Cálmate…- escuchó la voz de Mingyu en apenas un susurro. Estaban esperando el elevador, ambos ligeramente tensos.- No voy a dejar que te suceda nada.

Bambam asintió, inflando su pecho con un suspiro que buscaba calmar sus nervios. El trayecto hasta el piso de la oficina de Mingyu se le hizo eterno. Quería que la tierra lo tragara, pero a la vez quería tener el mejor porte posible. Soltó el asa de su bolso y se paró derecho. El más alto lo miró de reojo, elevando ligeramente una de sus comisuras.

¡No se admiten mascotas! <JackBeom>✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora