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Bambam se quedó escondido en su oficina durante el resto de la mañana. Al parecer todo el mundo sabía lo que había sucedido, pues nadie se acercó a él mientras estuvo alterado. Él mismo sabía que olía como una jodida florería, pero no era como si pudiera controlarlo.

Aun no se lo creía. Todo eso tenía que ser una mala jugada del destino. Una broma de mal gusto. A lo mejor simplemente estaba enfermo. Sí, debía ser eso. Seguramente tenía un tumor en la tiroides que hacía que sus hormonas se volvieran locas.  Seguro era eso y no lo que él había pensado.

Porque no había forma posible en este mundo. Mingyu simplemente no podía ser su alfa y punto.

Cuando se hubo calmado un poco, decidió salir a disculparse con sus compañeros de trabajo. Realmente era una vergüenza haber hecho semejante espectáculo cuando no llevaba ni una semana en aquel puesto de trabajo. No solo había perdido todo control sobre su olor, lo cual, siendo un omega, podía resultar bastante peligroso o más bien, irrespetuoso; sino que, además, se había acercado a un cliente V.I.P. sin tener el más mínimo cuidado. No era de extrañar que uno de los guardaespaldas lo hubiera usado de alfombra.

Más allá de lo que pudiera suceder en su vida, tenía que conservar un mínimo técnico de educación.

Salió de la oficina donde trabajaba y no se tardó en sentir las miradas de las demás sobre él. Casi podía leer en sus rostros la combinación de sorpresa, diversión y preocupación. Era de suponer, no todos los días el omega nuevo se le lanzaba al alfa buenorro V.I.P., seguro les había hecho el día. O quizás la semana, de hecho, si no fuera él el involucrado, estaría chismeando al respecto por días.

Se disculpó en voz alta con todos los allí presentes y se inclinó profundamente durante varios segundos. Sus compañeros le dedicaron sonrisas de apoyo, pero aun así se notaba el ambiente incómodo.

Bambam decidió que lo mejor sería actuar como si el asunto no tuviera importancia y así tal vez lo olvidarían más rápido.

Claro que antes, debía disculparse con la dueña de la tienda. Sabía que, aunque no se había podido controlar. Lo que había hecho seguro le traería problemas al negocio.

Fue hasta la oficina de la dueña y tocó suavemente a la puerta de madera oscura que combinaba con toda la decoración más bien rústica que tenía la tienda.

-Pasa. Está abierto. - escuchó la voz de la señora y obedeció abriendo y asomándose con una sonrisa tímida.

-Bambam...- la mujer levantó la vista de los papeles que miraba y se mostró sorprendida de verlo allí. No tardó en ponerse de pie y acercarse a él. Desde que Jun había hablado con ella sobre la posibilidad de que Bambam fuera a trabajar allí, le había tomado interés al chico. Jun le había contado unos mínimos detalles sobre la vida del joven híbrido y ella no tardó en sentirse deseosa de ayudarlo. Después de conocerlo, esto solo aumentó. Ella tenía un enorme corazón con el cual era capaz de amar a todos los que trabajaban en su tienda, y no fueron pocas las veces que ayudó a algún híbrido a mejorar un poco su vida y a adaptarse mejor a vivir entre los humanos.

-Venía a disculparme con usted. - Bambam entró, cerrando la puerta tras de sí y aceptando las manos de la señora que acariciaron los pequeños moretones que tenía en sus cejas debido a la violencia con la que había sido tratado.

-Mira cómo te han puesto. - se alarmó ella. - ¿Por qué no te has puesto hielo ahí?

-Se curará rápido, no se preocupe.
Aun cuando era humana, la dueña estaba perfectamente consciente de que el cuerpo de los híbridos no funcionaba igual.

-Pero aun así… ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué te acercaste así a el señor Kim? ¿Estás en celo o algo? Debes contarme sobre esas cosas porque yo no las puedo notar.

¡No se admiten mascotas! <JackBeom>✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora