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El sonido del viento iba acompañado de risitas y murmullos que danzaban sin descanso hasta llegar a sus oídos. Iba a llover o eso era lo que habían dicho los ancianos de la aldea, por ello todos los niños y jóvenes estaban fuera de sus casas para apreciar el gran evento. Él era uno más del montón.

Se encontraba mirando el cielo con ojos expectantes, ya que no recordaba cuándo había sido la última vez que había llovido, quizás, incluso había habido una sequía desde antes de que naciera. Las nubes poseían distintas tonalidades, algunas eran más oscuras que otras, casi rozando el azul oscuro, y parecía como si un pintor hubiera deslizado su pincel descuidadamente sobre un lienzo.

Abrazó con una mayor fuerza la canasta que llevaba, puesto que su madre le había dicho que debía tener cuidado con ella, y con tanto niño corriendo de aquí para allá, eso era difícil. Sintió el agradable aroma del pan recién horneado salir del interior y su panza rugió.

Pequeñas gotitas comenzaron a caer de a poco, de manera tímida, como si estuviera pidiendo permiso para irrumpir en aquella aldea olvidada. El chico gritó sorprendido, y con él, se dejó escuchar un escándalo monumental por parte de los demás. Bajó la capucha de su capa, dejando que el agua bañara sus cabellos castaños.

—Es raro —murmuró y cerró sus ojos, tratando de sentir al máximo lo novedosa de aquella sensación. Era como cuando se lavaban en la cascada, pero la lluvia era más gentil y amable.

Cuando la lluvia se desató y entró con verdadera fuerza, las campanas de la Iglesia comenzaron a sonar desesperadas. Un grito de sorpresa salió de todos los niños y pronto sus padres los estaban llamando por su nombre para que estos entraran. Había empezado.

Ya era hora.

Se giró sobre sus talones, subiendo su capucha y dejándose ocultar por un hermoso rojo que contrastaba con el gris del cielo. Intentó proteger la canasta también, para que ésta no se mojara y, dando saltitos comenzó a avanzar por el camino que lo llevaba a aquel lugar.

Estaba tarareando una melodía poco conocida, algo que había salido de su cabeza, o que quizás había escuchado de su abuela hace un tiempo. Tenía los ojos puestos en el punto más oscuro de ese lugar y sonrió con malicia.

«Cuenta la leyenda que un hambriento lobo se encuentra en las profundidades del bosque de un siniestro pueblo.»

«No te desvíes, debes seguir el sendero para llegar donde tu abuela."

«Ella está muy enferma, debes llevarle de comer, tienes que ser un buen nieto.»

«Pero ten cuidado, el lobo te puede comer.»

Una risa traviesa salió de sus labios cuando llegó al sendero que lo llevaría a casa de su abuela.

Ay, si tan solo supieran.

Si ellos supieran que su abuela ya no existía en este mundo, que el lobo no era solo una leyenda y que a él le encantaba que este lo comiera.

¿Qué tan loca, pensarían que, "caperucita" estaba?

O quizás no estaba loca, después de todo, todos le creían a "caperucita".


♥️

¡Disfrute!

~ i t s l e e l u ~

Red » YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora