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Pasaron las semanas volando. Era martes y tenía el día libre. Tenía hora al médico para poder ver a mis dos pequeños enanos.
Me acosté en la camilla y Nicole, la doctora que le gustaba que la llamasen por su nombre, puso gel en mi estómago bastante grande. Tenía 6 meses de embarazo, parecía que estaba 8 meses en vez de seis meses.

-Cuéntame Rebecca -llamó mi atención la doctora-. ¿Has sentido que tus bebés se mueva?

-Si, muchas veces.

La doctora me sonrió con ternura y volvió la vista a la pantalla gigante donde se podía ver claramente a mis dos enanos. Movió un poco más el aparato por la zona de mi barriga y frunció el ceño. De inmediato William y yo nos pusimos tensos.

-¿Todo bien? -pregunté un poco nerviosa.

-Si, es solo qué tus bebés son algo pequeños -dijo ella-. Debería estar midiendo unos 38 centímetros pero solo miden 31.

-Eso solo es siete centímetros menos -dije estando nerviosa-. No creo que sea muy importante ¿verdad?

Negó con la cabeza.

-Tienes que intentar comer más, de la manera más saludable y cuidarte mejor -dijo-. Sé que estas pasando por un momento difícil y que es normal que te estreses, pero tienes que cuidarte y ya no solo por ti misma. Hay dos bebés dentro tuyo.

Me quedé en silencio porque sentía que me estaba regañando. Me sentía tan mal, lo sabía, no cuidaba muy bien mi embarazo.

-Doctora, ¿ya podemos saber si son chicos o chicas? -preguntó William.

La doctora asintió con la cabeza, intenté no poner en pánico y sonreír. Pensaba que esto iba a pasar en mucho tiempo.

-¿Quieres saber qué vas a tener, Rebecca? -me preguntó la doctora sonriendome con dulzura.

-¿Usted ya lo sabe?

-Si, es bastante claro para mí.

La curiosidad me llenó por completo.

-Si, lo quiero saber -dije a la doctora con una sonrisa nada fingida.

William apretó mi mano y pudo ver la emoción en su cara. Puede que los enanos no sean de él pero hemos estado tan unidos en todo el proceso que yo sabía que él los quería mucho.

-Bueno tus bebés son... -dijo y dejó una de esas pausas que solían hacer a las personas para ponerle más tensión, emoción e intriga al momento-. Son niñas.

Lloré al escuchar que iban a ser niñas, me hundí en los brazos de William y él besó suavemente mi cabeza. No se qué habría hecho si él no estuviera aquí, me ha ayudado en todo y me cuidó mejor que nadie.

Después de la noticia, Nicole me dio un poco de papel para que limpiara el gel, me arreglé para salir a fuera. Me vi al espejo para ver mi enorme barriga, mis enanas estaban creciendo muy rápido. Solo faltaban tres meses para que llegasen a este mundo y tenía muchas cosas sin hacer.

Salimos del hospital en silencio, pero ambos con una sonrisa en la cara. Estaba feliz pero al mismo tiempo preocupada.

-Vamos a tener dos niñas -dijo Will con emoción-. Queria que fuesen niños, igualmente estoy feliz que sean niñas.

-Ya -respondí con un tono triste.

-¿No estas feliz?

-Si.

-Entonces porque está cara.

-No me he estado cuidando muy bien, quiero que mis enanas nazcan bien y saludables.

-Tienes que comer más y relajarte -dijo-. Todo va salir bien.

Lo mire con una sonrisa. Por inercia, puse mi mano en mi barriga y lo acaricié. No solía hacer mucho eso, seguía tratando de aceptar la idea de ser madre pero era muy difícil. De todas formas, saber que mis enanas son niñas hacía que me sentía más cercana a ellas.

Siempre quise tener una chica pero esta vez sin dos chicas.

Tomamos un bus aunque sea un poco más cerca de mi casa. El bus no estaba vacío pero había dos asientos desocupados. No había nadie conocido alrededor por lo que tenía confianza de volver a poner mis manos en mi barriga y acaricié lentamente. William me miró y sonrió. Él puso una mano sobre la mía y lo acarició.

-Serás una gran madre -dijo William.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Porque ya lo eres, Rebe.

Le sonreí a modo de agradecimiento y él me besó en la mejilla de forma suave y sonora. Nos bajamos del bus y comenzamos a caminar de camino a casa. Llegamos y nos despedimos de manera normal. Toqué el timbre y Álvaro me atendió emocionado.

-¡Hola hermana! ¿Son chicos o chicas?

-Primera déja que entre -dije.

-Adelante -dijo con una gran sonrisa.

Entré a casa y lo único que hice era coger unas galletas que está encima de la mesa.

-¿Podrías llamar a tu hermano? -dije.

-Vale -subió corriendo hacia la habitación y lo llamó.

Necesitaba saber si aún no quería saber nada de sus sobrinas. Escuché sus pasos bajar.

-¿Qué quieres? -preguntó acercándose hacia mi.

-Hola Héctor -dije.

-Hola -me fulminó con la mirada.

-¿Aún sigues enfadado conmigo - desvió la mirada, eso era un sí-. No entiendo porque estas así conmigo.

-Rebecca, este bebé te destruirá tu futuro.

-No me lo va a destruir -dije-. Y por cierto, son dos bebés.

-¿Son gemelos?

-Si, vas a tener dos sobrinas.

-Mucho peor, solo tienes tienes 18 -dijo-. No quiero que mi hermana sea madre a tan temprana edad. No quiero saber nada.

-Pensaba que me apoyarías en este momento. - dije con el tono bajo-. Es unos del mejor error que cometí.

-Podrías haberlo abortado -dijo Héctor.

-Al principio pensaba en eso pero no lo veía justo. Tengo que asumir las consecuencias -dije-. ¿Me apoyarás en esto?

No hubo repuesta de su parte, caminó hacia la escaleras y subió a su habitación. Espero un sí de su repuesta, también necesitaba a mi hermano en estos momentos.

Enamorada De Un AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora