Capítulo XXVII: "Triste despedida"

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Capítulo XXVII: "Triste despedida"

Aquellas palabras estrujaron el corazón de Masato, a pesar de que lo trataba peor que una basura, era su padre y no podía negar que le tenía cierto afecto hacia este.

–Haz...lo que quieras.

Se dio la vuelta y comenzó a alejarse de Masato, quien aún mantenía al más pequeño abrazado, pues sus instintos así se lo dictaban.

– ¿N-Nos iremos, mami? –se atrevió a decir en pequeños susurros, ya que se sentía adormilado por la tranquilidad que le brindaba su madre a este.

–Sí, pero es para no molestar a tu abuelito.

– ¿Por qué...me odia? –habló aun queriendo llorar.

–No, mi amor. Él no te odia. Tal vez...sólo que tuvo un mal día hoy y por eso estaba muy estresado, ¿sí?

–No quiero irme. ¿Y si papi nos está buscando? No nos podrá encontrar si nos vamos de aquí.

–Takumi, papá no va a venir. Hay que aceptar que nunca formamos parte importante en su vida, tenemos...que hacernos la idea de que jamás lo volveremos a ver –dijo al borde de las lágrimas.

–P-Pero...sniff...yo quiero...sniff...conocer a mi papi.

–Lo sé, bebé...lo sé. "Yo también deseo verlo".

Continuaron abrazados durante un corto tiempo. Masato lloraba mientras dejaba salir un poco de sus feromonas para calmar a su cachorro y que este pudiera calmarse. Después de unos minutos de llanto, el peli-azul decidió que ya era momento de irse.

–Vamos, hay que empacar.

–Sí...

Se fueron poniendo de pie y, Masato, se dio cuenta de que su ropa traía pequeñas manchas rojas que resaltaban bastante.

– ¿Qué te pasó en las manos? –preguntó muy asustado.

–Me lastimé con los vidrios que recogía del suelo.

– ¡No tenías que hacer algo así! Ve cómo te quedaron las manos –reprendió–. Hay que limpiarlas, vendarlas y ver que no tengas ningún cristal enterrado en la piel.

Takumi asintió con la cabeza, aunque un poco dudoso. Fueron caminando a su respectiva habitación. Una vez ahí, dejó al pequeño sentado en la cama mientras iba a buscar el botiquín de primeros auxilios.

–Déjame ver tus manos –usó un tono de voz maternal, pues sabía que su pequeño seguía asustado.

Vio sus pequeñas manitas llenas de sangre por haber intentado recoger las piezas del cuadro que había roto. Prontamente, se dedicó a limpiarlas lo más delicadamente que podía para no lastimarlo, al menos, no más de lo que ya estaban. Incluso se encargó del golpe en su rostro.

Fue pasando las vendas por dichas heridas luego de haberlas desinfectado. Y guardó los objetos que había utilizado de nuevo en su lugar una vez que dejó de usarlas.

– ¿Quieres que te traiga algún juguete para que pueda guardar nuestras cosas? –le dedicó una pequeña sonrisa para darle a entender que todo estaba bien.

– ¿Puedo colorear?

–Sí bebé.

El omega depositó un beso en la frente de su cachorro, para después buscar sus colores y libreta. Caminó hasta el armario para luego sacar una maleta y sus respectivas prendas de vestir.

Mientras doblaba la ropa que se llevarían, fue viendo por ratos a su hijo y, se fijó que continuaba pasando aquellos lápices por dicha hoja. No podía ver que era exactamente lo que plasmaba pero, de seguro, eso lo calmaría.

Falacia de amor [RenMasa]Where stories live. Discover now