85. Es una promesa

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Salgo de la casa en dirección al hotel, camino por la vereda y visualizo a Emmet esperándome, apoyando su espalda en un árbol, cuando me ve se inclina y se me acerca, así que me sigue el paso.

—Te acompaño —me informa —. Hoy saliste más tarde.

—¿Eh? Sí —Muevo los ojos nervioso —¿Me estás vigilando? —Lo miro mal.

—No, es solo que casi se me derrite el helado —Alza la mano demostrando que tiene un pote.

Me emociono.

—¡¿Es para mí?!

—Claro, no va a ser para mí —se burla —. Yo prefiero tu cuello.

—Ay cállate —Ruedo los ojos y le saco el pote, comenzando a comérmelo —¡Que rico, frutilla!

—Sí, es que no había de chocolate —Me sobresalto cuando dice eso y sonríe —. Que lindo —opina entonces vuelve a su cara seria.

—¡No soy lindo! —grito y hago puchero —¡Soy destructivo!

—Eso también.

—Así debes tener cuidado conmigo —digo sonriente y muevo la cuchara que tenía el helado —¡Ay se me acabó! —Tiro el pote a un tacho que encuentro en el camino.

—No te preocupes, ya hemos llegado, puedes pedir servicio a la habitación, seguro tienen helado —Se detiene delante de la puerta del hotel —. Nos vemos mañana —Se gira para irse y yo me quedo tildado.

Ni me había dado cuenta que ya estábamos aquí, se me pasó rápido el tiempo. La sensación de la otra vez regresa a mí, me siento vacío y solitario.

Hago puchero y susurro.

—No te vayas.

"¿Por qué te sientes así?"

"¿Qué te pasa?"

"Estamos aquí ¿sabés?"

—No es lo mismo o eso creo —les respondo confundido.

Niego con la cabeza, entro al hotel, pido helado en la recepción y voy directo a mi cuarto. Luego de comerme el postre, me quito las zapatillas y me tiro en la cama. Tengo solo un short y una remera, así que tranquilamente puedo dormir, es cómodo. Me cubro con la manta y cierro los ojos.

Rato después, se oye un ruido, pero lo ignoro. Tantas voces y sensaciones raras, que ya imagino cosas. Un momento, corrección, esa es la puerta, eso es el sonido de unos zapatos quitarse, alguien mueve la sabanas. Me giro y abro los ojos, encontrándome con los de Emmet, así que me sonrojo.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto no solo por la sorpresa, sino porque se ha cubierto con la manta también y eso me genera confusión.

¿Va a dormir? Eso sería ilógico, además de que terminaría electrocutado.

—Te oí, me dijiste que no me fuera —Apoya su cabeza en su mano, quedándose acostado mirándome.

—Escuchaste mal, ya estabas lejos —Frunzo el ceño.

—Tengo muy buen oído, deberías dejar de pensar en voz alta —aconseja.

—Eso no te importa, ya vete, estoy durmiendo —Me giro y cubro mi cabeza con la manta.

—Te acompaño —Me abraza.

—¡¡No lo necesito!! —grito.

—¿Quieres que me vaya?

—¡Pues sí! —me giro a mirarlo.

Mala idea, me sonrojo.

—No te creo —insiste y se acerca a mi boca —¿Por qué estabas triste?

—¿Eh? —Me sorprendo y bajo la vista —¿De qué estás hablando?

—Cuando saliste de la casa, tenías una cara, parecía que el mundo se iba a acabar para ti.

—Emmet —Hago un silencio.

—¿Sí?

—Si yo desaparezco —Hago una pausa —¿Qué harías?

—Pues buscarte —dice firme.

—¿Y si mi mente es la que desaparece?

—Pues la busco también.

—Eso es estúpido —Ruedo los ojos.

—Si te pierdes te encontraré, siempre lo he hecho.

—Tienes razón pero... —digo serio —estaría inconsciente, no se podría.

—Entonces te despertaría.

—No es tan fácil.

—Lo prometo —Levanto la vista cuando dice eso —. No importa qué, yo te traeré devuelta —Me da un leve beso —Es una promesa, inquebrantable.

Es Nyx #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora