Hace 5 años.
Rein
Secundaria, lugar donde te tocan buenos compañeros o sin darte cuenta le manchas con tu helado al delincuente del colegio y terminas dentro de un tacho de basura.
Sí, así comienzo mi historia, pero a no desesperar, soy optimista, las frutillas que compre están bien cerradas en la bolsa y no se llenaron de microbios. La pregunta ahora es ¿Cómo salgo de aquí?
Intento colgarme, subo un pie y sonrío cuando estoy apunto de salir. Lástima que esto no funciona como en las pelis.
—¡Ay! —me golpeo al caer —¡Salve las frutillas! —grito desde el piso.
—Rein, eres demasiado animado —oigo una voz tétrica y me agarra un escalofrío.
Rápido me levanto.
—¡Aléjate monstruo del más allá! —reacciono —¡Ah no, eres Eris, perdón! —me disculpo con la chica más rara que yo en todo mi curso.
Su cabello es blanco, siempre está amargada y te mira como un zombie ¡No tengo nada en su contra! Solo que me un escalofrío cuando habla.
—Si te sigues metiendo con Walker y Seth te irá mal —opina y me agarra un chucho.
¿Ven lo que digo? ¡Ya me asusté!
—Yo no... es... fue sin querer lo del helado, y desde ese día siempre término mal —levanto el puño —¡No te preocupes, lo solucionaré! —exclamo animado.
—No me preocupo, es un consejo y lo decía por la novia de Walker, ¿No te has dado cuenta como te mira? Él se enfadará si se entera.
—¿La novia de... —me doy cuenta —¡Ah, hablas de Lydia!
—Sí que eres lento —vuelve a opinar.
—¡Oh cielos, la hora! —me percato —¡Gracias por el consejo! —me voy corriendo.
—Idiota —susurra.
No dejo que los insultos me afecten, ni si quiera la violencia física, yo resisto a lo que sea. Cuestión que debo llegar rápido a casa, sino mi hermano mayor se preocupara. Y a toda velocidad porque él tiene que trabajar y estudiar a la vez, encima cuida de mí, no puedo hacerlo preocupar, al menos debo ser puntual en esto.
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Es Nyx #3
ParanormalÉl es ella, la oscuridad de la noche. ¿Escuchas las voces? Él las oyó detenidamente. Esperó paciente a que aquellas personas mínimo se disculparán, pero no sucedió, así que él decidió escucharlas a ellas, cuando no quedaba ni una pizca más de esper...