26- Ink.

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Otra vez había llegado tarde, era difícil hacerse el desayuno mientras se vestía, debido a que no podía hacer el mayor ruido o quedaría sin comer, y como era muy torpe a veces el castigo sucedía, afortunadamente era otro día de los cuales no habían muchos clientes, así que podía darse un respiro cuando llegó.

Vio a Geno en el vestidor, observando algunos vestidos que estaban extendidos sobre el sofá de descanso, no había notado que había entrado el menor por lo que el de pupilas coloridas aprovechó para tomarle los hombros para exaltarlo.

— Bu.

— ¡A-Ah, Ink!

Geno dio un saltito y llevando una mano al pecho miró con molestia a quien se comenzó a reír a carcajadas.

— ¡Amo asustarte! ¿Qué haces? ¿Por fin decidiste unirte a la causa?

— Algún día me matarás del susto. —Suspiró, pero volvió de su pose alterada a la de antes, para tomar uno de los vestidos alisandolo— Ya quisieras. Estoy viendo los diseños que tenemos y si hay la talla que busco.

— ¡¿Alguien más entrará al trabajo de meseros con vestidos?!

— Ajá. —Afirmó, pasándole un vestido con bordes blancos al contrario para comenzar a guardar los otros— Su nombre es Ccino y parece buen chico, tengo que conseguir de su talla... Tu cuerpo engaña.

— Dices eso y no me has visto desnudo. —Dijo, volviendo a reír, más por como Geno rodó las cuencas y le empujó por el hombro.

— Cállate. Te iba a invitar a acompañarme a dar la instrucción en la tienda pero eres un tonto.

— ¡Ay, que era broma! ¡Déjame ir contigo!

—... ¿Todavía? —No tenía que preguntar dos veces para saber a lo que se refería, por lo que asintió encogiéndose de hombros, tener problemas con su familia ya era pan de cada día y aún le faltaba juntar dinero— Ya podrás irte pronto de ahí, el sábado, pasado mañana, te quiero a las dos allí. ¿Ya?

— ¡Cuánto te quiero, cuñado!

— ¡No me llames así, soy tu jefe!

Después de muchas quejas más, Geno bajó a trabajar mientras Ink se cambiaba, al menos alegre por el hecho de que podría tener otro compañero y unirse para molestar a Stave, su compañero de trabajo todavía le faltaba poder expresarse más y no frustrarse tanto, debía pronto, quizás mañana hablar con él.

3 Sirvientes; 3 clientes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora