-Lo he decidido, Elizabeth. Voy a seguir tu consejo. Me iré lo antes que pueda... Pero no te preocupes: no voy a dejarte sola, ¿vale? Volveré a por ti. Haré lo que sea necesario. Lo que sea...
Por fin rompéis el abrazo. La mujer te acaricia la cara para tranquilizarte.
-Eh. No te preocupes. No pasa nada si no puedes volver a por mí. Me es suficiente con saber que he ayudado en algo. Me gustaría salir de aquí, claro está; pero con el tiempo he comprendido que hay cosas que, por mucho que se sueñen, nunca llegarán a suceder.
Te da muchísima pena lo que Elizabeth te dice. Te da pena y rabia. Te parece increíble el ánimo que tiene esa mujer: ser maltratada por alguien que se hace llamar su dueño; alguien que la tortura psicológicamente por un favor que nadie le pidió; y aún así alegrarse tantísimo cuando los demás consiguen algo que ella ansía desde siempre. Alguien así no merece el trato que está recibiendo. Tienes que hacer algo por ella. Cueste lo que cueste.
Te despides definitivamente de Elizabeth con un último abrazo. Y, sin tiempo que perder, te dispones a salir de la habitación.
Comprendes, asombrada, que escapar de allí será más difícil de lo que suponías en un principio: la casa es todo un palacio; no te extraña que pertenezca al noble más importante del reino. Al ver la construcción en todo su esplendor, no puedes evitar pensar en una vivienda de la Edad Media: un palacio con todo lujo de detalles. ¿Es allí a dónde te has desplazado? ¿Has viajado en el tiempo? ¡¿Eso es siquiera posible?! Despertar en Ascensión ya había sido raro, pero esto... esto ya no tenía ningún sentido. Ahora más que nunca tienes que intentar regresar a tu hogar. Si es que estás en el mismo mundo que él...
Te diriges, tranquilamente, a la puerta principal. Un señor te para para preguntarte por qué vas a salir y si tienes permiso, pero te deshaces fácilmente de él al decirle que vas a hacer la compra, puesto que así lo ha ordenado El Señor de la casa.
La casa da a parar en un sendero, el cual, a falta de un camino mejor, tomas para continuar con tu fuga.
Al poco tiempo llegas a lo que parece un poblado, es bastante pequeño, poco más que un mercadillo. Pero en él encuentras a personas muy dispares. ¿Podrá alguna ayudarte a enfrentarte a El Señor del palacio para liberar a Elizabeth? ¿O serán aquellas las personas que renegaron de ella toda su vida?
Vas a continuar andando, sin pararte, tal y como tu amiga te había aconsejado. Pero una mujer de un puesto de fruta cercano parece reconocerte.
-Hola, ¿nos conocemos?
-¡Qué!- te sorprende. -No, me temo que no. No soy del pueblo, lo siento.
-¿Nunca has pasado por aquí? Me suena haberte visto comprando...
-Ah. Comprando. Sí jeje. Puede ser- miras a todos lados, alerta por si aparece alguien que sepa quién eres realmente. -Hago la compra a veces para... bueno ya sabes.
-¿Para quién? Venga, que aquí nos conocemos todos, no seas tonta. Dime, ¿para quién haces la compra?
-¿Conoces el palacio que hay cerca de aquí?
Un brillo malicioso se aprecia por un segundo en la mirada de la frutera. Aquello no te gusta nada.
-¡No me digas que tu dueño es el gran Igor!
-Pues ya ves- dices nerviosa. -Me has pillado.
-Y qué, ¿has venido a comprar?
-Sí... ya sabes. Lo de siempre, tareas por allí, tareas por allá. En el palacio siempre hay cosas por hacer.
-¿No tendrás que comprar fruta por casualidad?
-Fíjate por donde que eso era justo lo que iba buscando.
-Uy pues ya que estás, llévate estas manzanas, que son las favoritas de tu Señor.
-Gracias, muy amable. Le diré que se las manda usted.
Buscas algo de dinero para pagar y se lo das a la mujer, quien lo coge mientras te lanza una mirada macabra.
-Estás condenada, niña- dice sin soltar el billete. -En aquel palacio no vive ningún Igor. Y a su verdadero dueño no le gustan nada las manzanas.
La frutera comienza a reírse con una risa propia de una verdadera bruja. Un escalofrío recorre todo tu cuerpo.
-¡Guardias! ¡Guardias! ¡Esta muchacha intenta escapar de su señor! ¡Avisar al dueño del palacio!
En tan solo unos segundos te encuentras totalmente rodeada. Todo un ejercito te ha acorralado para asegurarse de que no vas a ninguna parte. Todos los guardias te lanzan miradas feroces.
Después de un tiempo, el círculo de guardias por fin se abre, dejando paso a un caballero con una brillante armadura de hierro brillante. El caballero se quita el caso y puedes ver a un hombre de cabello plateado y rostro surcado de heridas que te lanza una mirada cargada de gran enfado.
-No esperaba esto de ti, Carrie. He venido en cuento me han avisado porque... realmente no podía creerlo. ¡Te he dado todo lo que podrías desear! ¡Te di un hogar cuando no tenías a dónde ir! ¡¿Y así es como me lo pagas?!
Supones que se trata de El Señor del palacio. Por lo visto, no tiene ningún problema en atacarte con las mismas técnicas que utiliza contra Elizabeth.
-Me has decepcionado, Carrie. Yo no quería, pero me veo obligado a tomar represalias. ¡Guardias! ¡Apresadla y llevarla a mi palacio enseguida! Me aseguraré de que no vuelva a escapar...
El Señor comienza a alejarse, el círculo de guardias vuelve a encerrarte. Intentas quejarte, intentar explicarte, e incluso lamentearte por tu comportamiento, pero la decisión está tomada... ya no hay nada que puedas hacer...
-FIN-
Este es tu final. Carrie intentó salvar a Elizabeth, lograr lo mejor para ambas... pero no salió bien. Carrie fue arrestada y llevada presa al palacio, donde ya no volverá a trabajar nunca más. Su destino será ahora mucho peor: obligada a pasar toda su vida atrapada en las mazmorras, desde donde no podrá hacer nada. Ni por ella... ni por Elizabeth...
Si no te ha gustado este camino, o el final te ha sabido a poco, prueba a volver a empezar y tomar decisiones distintas, ¿quién sabe lo que puedes lograr? ¡Buena suerte!
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Maldición Onírica -Elige tu propia aventura-
FantasySe dice que los sueños muestran nuestras preocupaciones más íntimas. Cuenta una leyenda que grandes preocupaciones conducen a un mundo de los sueños del que es muy difícil despertar, tanto, que hay quien incluso afirma que es posible quedarse atrapa...