Pasado [2]

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Miras fijamente a los ojos a Elizabeth.

-No. No voy a irme a ninguna parte. Me necesitas aquí... y yo te necesito. Nos protegeremos, juntas.

Tu amiga asiente y sonríe dulcemente.

-Gracias.

De pronto oís como la puerta principal se abre de golpe. Alguien entra dando gritos. Supones que alguien con tantas confianzas debe de ser El Señor de la casa.

-¡Elizabeth! ¡Carrie! ¡Venid aquí ahora mismo!

Os miráis la una a la otra, asustadas. Con paso temblorosos os desplazáis hacia el patio principal, desde donde provienen las voces.

-¡¿Se puede saber qué habéis estado haciendo todo el día?! ¡¿A esto lo llamáis limpio!? ¡¿Por qué no está la compra hecha?!

No respondéis. El Señor cambia su forma de hablar para intentar un acercamiento.

-No comprendéis que todo lo que tenéis es gracias a mí. ¿Sabéis la de gente que desearía poder estar en vuestra situación? Y mientras vosotras aquí... desaprovechando el tiempo... y la oportunidad que os dí.

Seguís sin contestar. Sabéis lo que está haciendo, está intentando darle la vuelta a todo.

-Me siento triste... estoy decepcionado... Pero todavía no es demasiado tarde; si termináis de limpiar todo esto en una hora, me pensaré si dejaros vivir aquí un día más.

Y como vino, se fue, dando gritos y portazos. Miras a Elizabeth extrañada y asqueada.

-¿De qué se cree que va?

-¡Carrie, por favor! Baja la voz, quizás todavía puede oírme.

-Pues mira, ¡que me oiga! ¡Y ya de paso que se acerque un poco más para que pueda oír a mi bota!

Elizabeth te sujeta por miedo a que puedas cometer alguna imprudencia, pero por su risa sabes que opina lo mismo que tú.

-Venga, luchadora, acabemos con esto antes de que llegue.

Os ponéis de inmediato manos a la obra, pero pronto te das cuenta de que una hora para limpiar todo el palacio es una tarea titánica, y no solo porque te niegues a limpiar para ese señor (que también).

Elizabeth, sin embargo, se daba prisa para acabar con la tarea, decidida a no dejar un espacio sin limpiar. No puedes evitar pensar en lo malo que es el miedo, el adoctrinamiento... nadie debería pasar por eso. Y desde luego, vosotras no vais a permitirlo. Lucharías incluso contra El Señor si hiciera falta solo por librarte de él.

Al cabo de una hora regresa, puntual como un reloj, el dueño de la casa.

-¡Elizabeth! ¡Carrie! ¡Venid aquí ahora mismo!- repite- ¡¿No os he dejado que o limpiabais u os ibais a la calle?!

-Sí, ¿y?- contestas sin miedo.

-¡"Sí, ¿y?"! ¡¿CÓMO QUE "SÍ, ¿Y?"?! ¿¡A ESTO LLAMÁIS LIMPIAR!? ¡¡¿Y QUÉ SON ESOS MODALES?!!

-Oh, disculpe, Su Majestad- haces una reverencia y pones cara de asco. -¿Mejor?

-¡¡ESTO ES INACEPTABLE!!

El Señor levanta la mano, con furia, dispuesto a pegarte sin siquiera pestañear; cierras los ojos y te preparas para recibir el golpe, no vas a darle la satisfacción de verte asustada. Sin embargo, algo no sale según lo esperado: al cabo de unos segundos suena el golpe, pero no has sentido nada.

Abres los ojos y compruebas, llena de ira, que Elizabeth se ha interpuesto entre El Señor y tú; ella ha parado el golpe.

Corres hacia tu amiga, que se encuentra tirada en el suelo, con las manos en la cara, roja por el golpe, llorando. No puedes contener las lágrimas al verla, ella no tenía por qué pasar por eso. Ni tú tampoco.

Miras a El Señor, llena de rabia y tremendamente enfadada.

-¿Ahora vas a mostrarte más amigable? No quería llegar a esto, bien lo sabéis, pero el Servicio debe ser. Ya sabéis. Servicial.

Una sonrisa de suficiencia se dibuja en el rostro del dueño de la casa. El asco que te produce seguir mirando a semejante ser te revuelve el estómago.

-Cállate.

La sonrisa se esfuma en un segundo.

-¿Cómo dices?

-Cállate- repites.

El Señor comienza a ponerse rojo de la furia, parece que va a explotar de un momento a otro.

-No te oigo. ¡Habla más fuerte!

-¡HE DICHO QUE TE CALLES! MALDITA SEA, CIERRA LA BOCA DE UNA VEZ.

El dueño de la casa se queda ojiplático, henchido de ira.

-¡EL SERVICIO NO TIENE PERMISO PARA HABLARME ASÍ! ¡NADIE PUEDE! Y TÚ MENOS AÚN. NO ERES MÁS QUE ESCORIA QUE DEBERÍA HABER ELIMINADO HACE TIEMPO.

-Lo único que sobra en esta casa eres tú. ¿Y tú te haces llamar líder? ¿Tú te haces llamar noble? ¡NO ERES NADIE FRENTE A MÍ! ¡Y PUEDO DEMOSTRARLO CUÁNDO Y DÓNDE QUIERAS!

-NO ME HAGAS REÍR- El Señor pone una mueca grotesca y te mira con cara de superioridad, como si no fueras más que una hormiga que se deshace contra el peso de su bota.

No respondes, estás llena de ira. Elizabeth te mira con preocupación y esperanza, como si temiera que hicieras una estupidez, pero esa estupidez pudiera salvaros la vida.

-Mira, hoy me pillas generoso. Si me pides perdón y te postras ante mí, quizás tu amiga y tú podréis salvar la vida. Aunque claro está, no os volvería acoger por nada den el mundo... y me temo que vuestras condiciones de vida empeorarían... considerablemente.

El Señor sonríe con malévolamente, con suficiencia. Si vas a actuar... Es el momento de hacerlo...

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Perdónanos la vida, por favor. Avanza a Pasado [4]

No voy a rendirme, prepárate. Avanza a Pasado [5]

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Maldición Onírica -Elige tu propia aventura-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora