-No.
-¿No? ¿Qué quieres decir con eso?
-Significa que ya puedes aprender a hacer las tareas tú mismo, porque no me pienso arrastrar por ti.
-¡INACEPTABLE!
-Inaceptable es que alguien como tú sea considerado noble y señor. Eres una vergüenza para el título- le diriges una mirada directa y fría. -Y yo nunca voy a dejarme avasallar por cosas tan insignificantes como tú.
-¡PAGARAS POR ESTO!- responde llevándose las manos a la funda de su espada, henchido de furia.
Mientras, tú te pones de pie lentamente, se sacudes la ropa hecha jirones y le sostienes la mirada.
-Soy Carrie, legítima reina del reino de Ascensión. Recuérdalo cuando te pregunten quién acabó contigo.
El Señor desenvaina su espada y la dirige hacia ti.
-¿Qué vas a hacerme? ¿Limpiarme hasta que desaparezca? ¡No me hagas reír!
-Lo que voy a hacer...- te acercas a un cubo de agua cercano, de los que habíais empleado para limpiar. -¡Es patearte tu culo privilegiado!
Rápidamente agarras el cubo con las dos manos y le lazas su contenido a tu enemigo; quien, al no esperarse ese ataque, queda empapado al instante.
Sin tiempo que perder, corres hacia una de las paredes del patio, y coges uno de los sables que se encontraban colgando de ella a modo de decoración. Ahora estás preparada para contraatacar.
Tu enemigo ya ha conseguido incorporarse, y está más enfadado que nunca, pero ya no tienes nada que temer. El Señor avanza hacia ti con gran velocidad, espada en mano; pero tú eres suficientemente ágil como para parar el golpe con el sable. Mientras le sostienes el ataque, os miráis fijamente: él lleno de furia, tú tranquila y serena; sabes que estás haciendo lo correcto.
Rápidamente, Tu rival cambia de ataque, y dirige su espada en un golpe lateral por tu derecha, directa a clavarse en tu torso. Por suerte, has sabido predecir su ataque y has esquivado el golpe, agachándote lo suficiente para salir ilesa.
Mientras tu enemigo está sorprendido, te escabulles por debajo de sus piernas, y apareces en su espalda. Con un rápido movimiento de tu sable logras dañarle la espalda y hacerle retroceder.
-¡DEJA DE JUGAR SUCIO, MALDITA INMUNDICIA!
El Señor está dominado por la ira, sus movimientos son torpes y poco preparados, pero tú... tú estás preparada para todo. Esquivas, defiendes y atacas como si lo hubieras hecho toda la vida. Pero, ¿qué otra cosa podías hacer? Tenías que ganar a toda costa, no por ti... si no por Elizabeth. Tú la habías metido en este problema, no podías fallarle ahora. Ella había pasado una vida miserable, y las cosas tenían que cambiar a mejor... no había otra opción...
El combate comienza a extenderse demasiado, tanto que las fuerzas ya te comienzan a flaquear; sin embargo, tu rival, mucho más experimentado en el combate, se mantenía como inicialmente.
Estás cara a cara con tu enemigo, sujetando el sable con las dos manos, exhausta. El Señor mantiene su espada con una sola mano, dirigiéndola hacia ti. Habéis cambiado los puestos que teníais al comenzar el combate, tú enfrente de la puerta principal, y tu rival justo enfrente de Elizabeth, que no se había movido de su sitio, incapaz de quitar la vista del combate.
-Ya estás en las últimas. Una mujer como tú no puede hacer nada para vencerme- El Señor vuelve a reír sonoramente- peleas como una chica.
Con un rápido movimiento de pierna, golpeas la de tu rival, haciéndole tropezar. Sorprendido, El Señor pierde su arma, y pone las manos para evitar caer al suelo, agachándose. Por detrás de él aparece Elizabeth, armada con un cubo de madera lleno de agua. Incapaz de perder la ocasión, golpea con él a El Señor en la cabeza, haciendo que este pierda el conocimiento y caiga rendido al suelo. El vigilante de la puerta principal, al ver tal desenlace, decide huir corriendo de la escena.
-¿Que peleo como una chica? Oh, gracias por el cumplido.
Le sonríes a Elizabeth, que te devuelve la sonrisa de inmediato, con lágrimas de alegría en los ojos. La mujer corre a abrazarte, pero al sujetarte se da cuenta de que algo no está bien. No puedes evitarlo, te dejas caer sobre sus brazos como un peso muerto. El sable se te escurre de la mano. Comienzas a sentirte desorientada.
-Pu...puerta- son tus últimas palabras.
Elizabeth comprende lo que quieres decir. Te coge en brazos y avanza lentamente hacia la salida, ahora sin vigilancia. Te mira, contenta, le devuelves la mirada, difuminada... y pierdes la conciencia...
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Avanza a Compañía [1]
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Maldición Onírica -Elige tu propia aventura-
FantasiaSe dice que los sueños muestran nuestras preocupaciones más íntimas. Cuenta una leyenda que grandes preocupaciones conducen a un mundo de los sueños del que es muy difícil despertar, tanto, que hay quien incluso afirma que es posible quedarse atrapa...