Danae cerró su cuaderno de apuntes con suavidad, después de tanto tiempo, se enorgullecía de poder decir que al menos en un cincuenta por ciento, ya manejaba el japonés con fluidez, aunque tampoco había sido tanto tiempo, solo dos meses; mientras pensaba en esto su mirada iba hasta el enorme ventanal de su nuevo departamento, su ventanal favorito, pues era del tamaño de la pared entera y se podía ver toda la ciudad desde allí arriba. Se levantó de su improvisado escritorio y mientras caminaba por entre las cajas que todavía le faltaba desempacar, se acercó hasta el cristal, mirando las hermosas luces nocturnas de Sendai.
Todo había cambiado tanto en su vida tan solo en el curso de dos meses, ahora estaba a punto de comenzar a vivir sola, en un departamento que había comprado con la ayuda de sus padres y de su hermano, en Sendai, cerca del rink en el que Yuzuru Hanyu, el campeón olímpico patinaba. Hasta a ella le parecía algo extraño, había pensado en tener uno o dos clientes más, pero la verdad es que ni siquiera lo necesitaba, Yuzuru le pagaba muy bien y para vivir ella sola le bastaba y hasta le sobraba; aún así, se sentía como si hubiera entrado en una vertiginosa espiral, sin saber absolutamente nada acerca de a dónde le llevaría. Luego de que Yuzuru decidiera regresar a Japón a finales de marzo, también le pidió a Danae que extendiera un poco más su contrato, un año más. Ahora tenía asegurado un trabajo al lado de Hanyu hasta febrero de 2019 y eso ya era bastante. Seguía encargándose de su recuperación, pues su tobillo no sanaba del todo y habían acordado que si se recuperaba antes de que el lapso de su contrato expirara, el tiempo que sobrara lo utilizaría controlandole la dieta, atendiendo las lesiones y posibles secuelas que pudiera tener, no era un trabajo muy complicado para ella, de hecho, varios de sus amigos de la universidad le tenían envidia, pues ellos se encontraban trabajando en hospitales con horarios del demonio y exceso de trabajo y ella podía tener al menos unas cuatro o cinco horas al día libres, sólo trabajaba cuando Yuzuru la necesitaba y recibía una paga nada despreciable y segura, periódicamente. Era de envidiarse en verdad. Sus padres seguían viviendo en Kakunodate y ella se acababa de mudar a Sendai por fines prácticos, no podía estar viajando tres horas diarias solo para trabajar, corría el mes de abril y a ella le parecía que aquel lapso, desde que había llegado a Japón, conocido a Yuzuru, ido a Toronto con él y regresado a Japón había sido una eternidad, parecía una eternidad. Danae sabía exactamente por qué le parecía tanto tiempo, había leído por ahí que cuando atraviesas etapas de dolor, el tiempo parecía ir mucho más lento.
Era verdad, se sentía triste pero también disfrutaba, se sentía feliz con lo que hacía. Era una combinación extraña y que la metía en problemas frecuentemente, pero no podía visualizarse a sí misma manteniéndose alejada de Yuzuru, ya no. No podía tenerlo, pero tampoco quería perderlo, era una encrucijada que hacía que el corazón se le encogiera a cada minuto cuando estaba con él.
Soltó un suspiro y el vidrio del ventanal se empañó del vaho de su aliento, vio hacia afuera, la ciudad se veía tan viva, tan alegre...
Danae se dio la media vuelta y mientras sorteaba en su camino cajas y demás cosas, tomó una manta mediana que se encontraba recargada en su recién comprado sofá para luego salir de su departamento, envolviéndose con la manta desde los hombros hasta las pantorrillas, de esa manera, caminó por el pasillo del enorme edificio hacia los elevadores, se adentró en uno de ellos y presionó el botón del último piso, cuando llegó al último, bajó de los elevadores y tomó las escaleras, sabía que tenía que tomar las escaleras para subir el último tramo y llegar a la azotea. Cuando por fin atravesó la puerta, se encontró rodeada de la brisa fría de la noche y los ruidos de la ciudad le llegaban amortiguados a través de la distancia, sonrió un poco, respiró profundo y caminó hasta llegar al centro del lugar, allí, sin importarle el frío ni nada más, se sentó y luego se recostó, cubriéndose lo más que podía con la manta mientras dejaba que su mirada se perdiera en las estrellas, en el cielo y el espacio, luego de un momento cerró los ojos, y recordó aquella noche, la primera noche en la que había escuchado el conticinio junto a Yuzu, a pesar de que en esos momentos él estuviera sufriendo por haber peleado con su novia, en esos cortos momentos en los que se sintió conectada a él por el silencio de la noche, se sintió feliz. Podía recordarlo tan nítidamente que no se sorprendió al sentir como si Yuzuru estuviera de nuevo allí, recostado a su lado, casi podía sentir su calor emanando de su cuerpo, el latido de su corazón y su respiración, visualizó de nueva cuenta la forma en la que le había mirado esa noche, "es como magia", había dicho él.
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Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》
Fanfiction〔 Del lat. 𝘊𝘰𝘯𝘵𝘪𝘤𝘪𝘯𝘪𝘶𝘮 〕 ● 1.- m. p. us. Hora de la noche en que todo está en silencio. *no es Yuzuvier* *tampoco es YuzuruxEvgenia* EN EDICIÓN [ muy lenta ]