XLIX

1.3K 92 68
                                    

Aún recordaba cuando recién había llegado a Japón, lo había odiado tanto que hasta odiaba viajar en el shinkansen, ahora era de mis cosas favoritas. Me gustaba ver pasar los paisajes de Japón a mi lado a una velocidad de vértigo, prácticamente podía ver una octava parte del país viajando en esa cosa, algo así me fascinaba bastante. Mientras yo iba observando por la ventana, Naoki llegó al asiento a mi lado y me ofreció una botella de agua que me había hecho el favor de ir a traerme, yo sonreí —Gracias...—

—Por nada, ¿no te mareas mirando por la ventana?— Yo negué mientras abría mi botella de agua y le daba un sorbo —¿Tu si?— Naoki asintió rápidamente mientras acomodaba algo en la mochila que llevaba sobre las rodillas —Si, si miro mucho tiempo por la ventana, me mareo bastante, he llegado a vomitar— Yo hice una mueca de asco a modo de burla, riendo un poco después —Quien lo diría, el doctor sabelotodo también tiene sus debilidades— Me giré hacia él, riendo y él se rió conmigo. Yo dejé mi botella a un lado y ese fue el momento que Naoki aprovechó para acariciarme la muñeca, justo en donde el brazalete que él me había regalado me rozaba la piel, pude observar la sonrisa en su rostro al notar que todavía lo usaba, no me lo había quitado desde que él me lo había obsequiado en mi cumpleaños, de eso hacía ya casi un mes. No me pasó inadvertido el hecho de que aquella sonrisa flaqueara un poco cuando su mirada se detuvo rápidamente en mi muñeca derecha, en la pulsera de piedras de Yuzuru que también llevaba puesta, que tampoco me quitaba nunca...pero aún así, su sonrisa se recuperó y pronto comenzamos a hablar de otras cosas que me permitieron dejar de pensar en pulseras y sus significados. Si era sincera, no podía desprenderme de la que me había regalado él, era como un ancla que me recordaba constantemente que no estaba sola, que había alguien que podía ser mi puerto seguro, mi salvavidas, pero tampoco encontraba fuerza de voluntad suficiente para quitarme la que me había regalado Yuzuru...era imposible.





Llegamos un día antes de la boda a Tokyo, Naoki se había encargado de que no tuviéramos problemas en el trabajo y nos habían dado tres días, la boda se realizaría en un jardín de eventos a las afueras de Tokyo, era enorme, tenía hasta un lago lleno de cisnes y toda la cosa, y con lo bonito que habían adornado todo, parecía mágico. Ese mismo día que llegamos fuimos a verlo, yo presenté a Naoki como un amigo y mi familia pareció aceptarlo muy bien, solo alcancé a ver la mirada de mi hermano que me hacía un millón de preguntas sin hablar, yo suspiré y le hice un gesto que esperaba él entendiera "luego te lo explico". Como el jardín estaba un poco alejado de la ciudad, la mayoría de los invitados nos estábamos quedando en un hotel cercano, mi habitación estaba al lado de la de mis padres y la de Naoki; esa noche, luego de ducharme y dejar mi ropa lista para el día siguiente (un hábito aprendido de los japoneses), me dejé caer sobre la cama y miré al techo, cerré los ojos.

Yuzuru tomaba mi mano y me jalaba hacia él, hacia su cuerpo, yo reía mientras dejaba que mis pies se deslizaran por el hielo...si, estábamos en el hielo, pero no llevábamos patines, era como si nuestros pies flotaran sobre el hielo, y nos moviéramos tan libremente como el viento. Yuzu me abrazó con fuerza, uno de esos abrazos que tanto me hacían falta, hundió su rostro en mi cabello y sentí sus dedos presionando mi espalda, yo aspiré su aroma y me sentí tan embriagada de nuevo de su olor que me conmovió, los ojos se me llenaron de lágrimas —Yuzu...te he extrañado tanto— Murmuré, con la voz quebrada, él se alejaba unos centímetros de mi y me sostenía el rostro con las manos, me miraba de una forma tan dulce...como antes solía mirarme, con los ojos llenos de ese brillo que me hacía sentir tan especial —Pero si estoy aquí Danae, he estado aquí todo el tiempo ¿por qué me extrañarías? Estoy aquí, contigo, nunca me he ido— Yo negué con la cabeza, sintiendo mis lágrimas resbalar por mis mejillas —No te vayas, por favor no te vayas...te extraño tanto, no sabes cuanto me haces falta...yo...no sé como explicar lo que pasó, pero no fui yo, juro que no fui yo Yuzu, tienes que creerme— Comenzaba a entrar en pánico, temerosa de que pudiera dejarme de nuevo, le sujeté de los brazos con fuerza y busqué sus ojos con la mirada, suplicándole que me creyera —Te creo preciosa mía, te creo...por favor no llores querida, no llores, te creo— Yo me deshice en llanto mientras lo abrazaba de nuevo, había necesitado tanto escuchar esas palabras de su boca, eran un bálsamo para mi alma, si Yuzuru me creía, nada en este mundo podría estar mal. Sentí sus dedos secarme las lágrimas y con gentileza, me sujetó del mentón, levantándome el rostro obligándome a mirarlo, me seguía mirando de esa forma tan especial...—¿Puedo besarte, Danae?— Yo reí un poco al escucharle, recordando el primer beso que él me había dado, también me había pedido permiso, porque así era él, el chico más educado del mundo hasta con sus propios impulsos; le miré de nuevo con una enorme sonrisa —No necesitas pedir permiso para eso Yuzu— Él sonrió, una de esas sonrisas que me detenía el corazón y comenzó a acercarse a mi. Yo cerré los ojos, y sentí su aliento en mi rostro, aspiré con avidez, queriendo disfrutarlo plenamente, y justo cuando sus labios iban a tocar los míos...desperté.

Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora