Epílogo I

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Me miré las manos y me di cuenta de inmediato de que estaba temblando ligeramente, traté de respirar profundo y me miré de nueva cuenta en el espejo, frotándome las manos al mismo tiempo, tratando de calmar los nervios. Una despampanante novia, toda de blanco y con un hermoso tocado plateado en la cabeza me miró en el reflejo, todavía no podía acostumbrarme a la idea de que esa novia...era yo. Todo había pasado tan rápido que sentía que apenas hace dos días había estado en Noruega, con Yuzuru de rodillas frente a mi proponiéndome matrimonio, pero no, habían pasado ya seis meses de eso, y el día de la boda por fin había llegado, ahora había todo un séquito de mujeres detrás de mi, parloteando y corriendo de un lado a otro de la habitación mientras yo solo estaba allí, sentada frente al espejo, tratando de no desmayarme. Mientras estaba allí, jugando con mis manos para que éstas dejaran de temblar, sentí el anillo de compromiso, allí en mi dedo anular, lo miré una vez más. Era precioso, un pequeño y sencillo diamante era el centro, rodeado de una docena de diamantes mucho más pequeñitos, recordaba que en Noruega ni siquiera me había molestado en averiguar que clase de piedras eran, pero en cuanto habíamos regresado a Japón, Saya se había encargado de acribillarme a preguntas sobre si me habían gustado "mis diamantes", yo casi había entrado en una crisis nerviosa ¡llevaba en mi dedo un buen millón de dólares, seguro! Todavía me costaba un poco mirarlo sin ponerme a hiperventilar.

De pronto, sentí como alguien me tocaba el hombro y me giré para ver de quien se trataba, era mi madre, me tomó de los brazos y me ayudó a ponerme en pie, dándole la espalda al espejo, yo la miré y sentí un nudo en la garganta...¿por qué demonios todo mundo lloraba en las bodas? ¿Por qué me daba tanto sentimiento? Pude ver en sus ojos que ella también se estaba aguantando las ganas de llorar y tuvo que sacudir un poco la cabeza para resistir, yo la imité, después, ella me sonrió —Te ves preciosa mi amor, siempre lo estás, pero hoy brillas cariño, no estés nerviosa ¿de acuerdo? Yuzuru te está esperando allá afuera— Yo cerré los ojos al escucharla y reí un poco —Bueno, que me digas eso no me ayuda mucho a estar más tranquila— Ella también rió y luego me besó en la mejilla, yo tuve que contener las ganas de llorar otra vez. Saya impidió esto colocándose entre nosotras dos, y llamando mi atención con la mano.

—Está bien, está bien, creo que ya tienes todo, algo prestado, el tocado de Megumi— Yo me giré hacia la esposa de mi hermano y le sonreí, ella también lo hizo —Algo nuevo, que es tu vestido, algo usado, mis aretes de perlas, algo azul...— Al decir esto, Saya se agachó y colocó una especie de liga adornada con lazos azules a través de mi zapatilla y alrededor de mi tobillo, luego lo subió hasta mi muslo sin ningún tipo de recato y yo me sonrojé al ver como ella me miraba como si dijera "me agradecerás luego", escuché a Megumi soltar una risita traviesa. Traté de apartar todas las ideas repentinas que se formaron en mi cabeza y luego vi como Saya se ponía en pie de nuevo, sonriéndome —Y ya estás totalmente lista, estás hermosa, de verdad...no sé si mi hermano te merece solo por lo bonita que eres, próxima hermana— Me guiñó un ojo al decir aquello y yo sonreí, llevándome la mano derecha hacia mi frente, suspirando después, entonces Saya lo vio —Oh, casi me olvidaba de esto— Señaló la pulsera que todavía portaba en la muñeca, era la pulsera de piedras que Yuzuru me había regalado en mi cumpleaños hacía ya tantos años, solo que ahora también, entre los cuarzos, estaba el zafiro de Naoki, había hecho que colocaran esa piedra en la pulsera de Yuzuru, convirtiendo ambas cosas en un solo accesorio, porque a pesar de todo, el zafiro de Naoki aún tenía significado para mi, y era como unir aquellas dos partes de mi en mi misma, la fortaleza que había ganado con Naoki, y el amor incondicional y la protección de Yuzuru...todo en uno. Yo hice un puchero, sabía que Saya quería quitármelo, pues según ella, no hacía juego con mi delicado vestido blanco —Nada nada, dámelo anda, se lo daré a tu madre, ella lo cuidará ¿verdad?— Saya se apresuró a quitarme la pulsera y se la entregó a mi madre, ella me miró —Con mi vida, no te preocupes mi amor— Yo suspiré, no tan contenta con aquella decisión, pero sabía que no podría ganarle a Saya, ella era una fuerza imparable de la naturaleza cuando se trataba de estas cosas.

Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora