Capítulo XXX

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Llegamos a Moscú el catorce de noviembre y se sentía el ambiente frío, corrientes de aire gélido me enredaba el cabello mientras caminaba hacia la camioneta que nos llevaría a todos al hotel, Yuzuru se giró hacia mí y me sonrió, coqueteando conmigo, siendo travieso, como solo él sabía hacerlo, yo solo pude reírme mientras agachaba la cabeza, Brian se apresuró a golpear la espalda del patinador muy suavemente, de forma juguetona mientras reía, eso se me hizo un poco extraño, pues incluso aunque yo no tuviera muy claro cuál era mi relación con Yuzu, al parecer muchas otras personas ya lo sabían, al hacer esa clase de bromas o juegos me lo daban a entender.

Al llegar al hotel lo primero que hice fue ducharme, pues no me gustaba volar y sentir que tenía todos los aromas del avión pegados al cuerpo. Al salir del baño, vi a Yuzuru que ya estaba más que concentrado en su libreta, con uno de sus millones de audífonos, haciendo anotaciones. Yo lo dejé a ello y fui al balcón de la habitación, era mi primera vez en Moscú también, así que prácticamente me quedé allí hasta que no pude sentir mi rostro por el frío. Me adentré de nuevo en la habitación y pude sentir la mirada de Yuzu, al mirarle, su sonrisa me sorprendió —Danae, ¿quieres quedarte sin rostro? Tienes la nariz más roja que Rodolfo— El chico se puso de pie y caminó hacia mí, yo traté de verme en el espejo para saber de qué estaba hablando, la verdad es que sí, se me veía el rostro rojizo, sobre todo la nariz, debía de ser por el frío al que me había expuesto, Yuzu colocó las manos sobre mis mejillas, acunando mi rostro, agradecí ya estar roja por el frío, así no se notaría mi sonrojo, se colocó tan cerca de mí que sentía su aliento en la nariz y podía ver con perfecta claridad aquellos lunares de su mejilla, el par de marcas que le adornaban el rostro como si fueran dos puntos, me quedé allí, sin decir nada, fascinada por su cercanía, cautivada. Cuando la piel de mi rostro ya no se sentía tan helada, Yuzu bajó las manos y entrelazó los dedos con los míos, aunque me soltó casi de inmediato —Ah, Danae, ¿cómo se supone que te tomaré las manos si parecen témpanos de hielo? Me gusta el hielo, sí, pero tu calidez no la quiero perder— Mientras hablaba, tomaba cada una de mis manos y las frotaba entre las suyas, para después acercarlas a su boca para calentarlas con su aliento, yo no pude hacer más que observar, la forma en la que sus labios se acercaban a mi piel, sentir su aliento cálido en los poros, dilatándolos. Respiré profundo y creo que hasta Yuzuru mismo, en ese instante, se dio cuenta de lo embelesada que estaba.




Al otro día era la primera práctica de la copa Rostelecom y como ya era mi costumbre, luego de asegurarme de que Yuzu se encontraba listo y en forma, subí a las gradas para poder ver las prácticas desde allí. A mitad del evento, sentí una presencia a mis espaldas y sin poder evitarlo, me giré, tardé un segundo en reconocerla, pues llevaba una chaqueta super gruesa que le cubría de la cabeza a los pies y una gorra que le tapaba la mitad del rostro pero si la veías muy detenidamente, podías darte cuenta de que era Alina Zagitova, sonreí a modo de saludo mientras ella se colocaba a mi lado —Hola, ¿qué tal? ¿te gusta ver las prácticas desde acá? — Yo asentí mientras volvía a fijar la vista en el rink. Los primeros minutos fueron algo incómodos, pero luego de encontrar terreno en común, como por ejemplo, el patinaje, la conversación con Alina surgió tan fácilmente que me sorprendió hasta a mí misma el no haber hablado antes con ella ¿por qué no lo había hecho? En esos cuarenta minutos de práctica, descubrí que había hecho una nueva amiga cuando, al final, ya teníamos los números telefónicos la una de la otra, Alina era simpática, muy linda y agradable ¿por qué Rusia tenía a las patinadoras más guapas y fantásticas? Era maravillosa, sin dudas. Al regresar al hotel, le conté brevemente a Yuzu sobre mí recién adquirida amistad con Alina y él se mostró muy de acuerdo en que era una chica y una patinadora excepcional. No dio mucho tiempo a seguir hablando de ello, pues Yuzu tenía que concentrarse, y yo, al ahora saber y estar consciente de lo que el patinador necesitaba, lo dejé solo y a su ritmo, mientras leía un libro sobre mi cama.

Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora