Sentí algo caliente en la mejilla y eso fue lo que me despertó, entreabrí los ojos con suavidad y pude ver que aquello caliente que me quemaba la mejilla era el sol, las cortinas estaban abiertas y el sol entraba a raudales a través de ellas, me giré para evitar que me siguiera quemando la piel y al hacerlo, otra pequeña sorpresa me esperaba. Allí estaba Yuzu, mi corazón se paralizó, terminé de despertar y me quedé inmóvil, casi sin respirar. Estaba tan cerca de mí que podía ver los poros de la piel de su rostro, a pesar de que estos también eran casi invisibles, dormía, sus pestañas sombreaban unas ojeras muy sutiles y sus labios estaban entreabiertos, se veía tan tranquilo así, tan en paz y mientras yo le observaba, sentí como me rodeaba la cintura con un brazo y me apretaba hacia él, terminé con el rostro pegado al hueco de su cuello, con el corazón a punto de salir de mi pecho y mis manos sobre los hombros ajenos, me tomó un minuto entero poder calmar mi respiración, cuando pude hacerlo, me tomé todo mi tiempo. Cerré mis ojos y aspiré su aroma, le acaricié con los dedos, lo memoricé con cada uno de mis sentidos, completa e irremediablemente enamorada.
Pero mientras hacía esto, una pregunta comenzó a asaltar mi mente.
No había pasado nada entre nosotros, más que besos, caricias y dormir en la misma cama, por supuesto, pero entonces ¿qué éramos? ¿amigos? ¿algo más que amigos? De algo estaba completamente segura, los amigos no se besaban de la forma en la que Yuzuru me besaba, no se acariciaban de la manera en la que Yuzuru me tocaba, no, no éramos amigos, pero tampoco éramos algo más ¿qué éramos?
Abrí mis ojos con lentitud y pude verle un ligero y casi invisible lunar que le adornaba la barbilla, en la parte en la que conectaba con su cuello y mientras miraba aquella marca en el cuerpo de Yuzu, decidí que no me preocuparía por ello en ese momento, no iba a seguir torturándome con eso mientras podía disfrutar de aquellos momentos que me hinchaban el corazón de felicidad.
"¿Vendrás a Tokyo con tu hermano para navidades y año nuevo? ¿O es que tu jefe te explota?"
El mensaje de mi madre me hizo sonreír, aunque la verdad es que también me puso a pensar. Era verdad que aquel año apenas y había visto a mi familia, de hecho, desde que me había marchado a Toronto con Yuzuru, no había vuelto a ver a mis padres, la verdad es que los extrañaba bastante. Las "vacaciones" nunca habían sido un tema con Yuzuru, puesto que yo ni siquiera sentía que estuviera trabajando, ni siquiera se lo había pedido, pero si que era cierto que ya necesitaba un tiempo con mi familia, ellos y yo nos lo merecíamos y parecía ser que Navidades serían el momento perfecto.
Sin embargo, aquel día esa plática tendría que esperar pues se trataba del siete de diciembre y me encontraba en casa de la familia Hanyu, en donde Yuzu se encontraba celebrando su cumpleaños, me había invitado por supuesto y yo me sentía un tanto nerviosa, pues nunca había ido a su casa familiar en Sendai, sí que había estado en el departamento de Yuzu, uno aparte del que tenía en Tokyo, que tampoco estaba tan lejos del mío, pero en su casa familiar, nunca y era algo que me ponía a pensar un poco. Allí se encontraban los padres de Yuzu, su hermana, Saya, sus abuelos y un par de tíos y primos. Era una reunión pequeña, ni siquiera se podía considerar que fuera una "fiesta de cumpleaños", pues los japoneses no hacían esa clase de cosas, era más bien una cena familiar muy pequeña, la madre de Yuzu había preparado al parecer toneladas y toneladas de gyoza, el platillo favorito de Yuzu, y ya, eso era lo especial. Eso y que yo había visto cómo al llegar, los familiares de Yuzu lo felicitaban y le extendían sobres rojos, era algo sumamente extraño pero una escapada rápida al baño y mi confiable teléfono me confirmaron que era una tradición originada en China, pero extendida ampliamente por toda Asia, incluso Japón, ofrecer dinero en los cumpleaños como regalo. No me parecía nada mal, la verdad, pero después de la cena, me di cuenta de que eso representaba un problema, puesto que yo había llevado un regalo un tanto diferente y no se lo había entregado al llegar, ¿se lo tenía que entregar allí? ¿En frente de todos? Gracias al cielo (o eso creía), Yuzuru estaba sentado a mi lado y creo que se dio cuenta de mi ligero ataque de ansiedad, por lo que se inclinó hacia mí, susurrando en mi oído —¿Estás bien, Dana-chan?— Yo asentí rápidamente pero pude ver en su mirada que no me creía ni una palabra, suspiré —Es que tengo un regalo para ti, pero no sé en qué momento es apropiado dártelo— Murmuré muy rápido, él me miró, divertido —¿Que no sabes cuando dármelo? Pues ahora, claro— Esta vez no hablaba en susurros para nada y todo el mundo nos volteó a ver, yo estaba más roja que un tomate, eso seguro, pero me armé de valor y saqué de mi bolso la pequeña caja, no era algo tan grande así que cabía perfectamente en mi bolso, coloqué el obsequio sobre la mesa, en frente de Yuzu —Feliz cumpleaños— Hablé un poco más fuerte pero seguía tan avergonzada de tener todas las miradas sobre mi que bajé la mirada, suspirando, me sorprendió escuchar un aplauso, no era para nada lo que esperaba así que levanté la mirada y vi a la familia de Yuzu por entero mirándonos con una sonrisa, como si acabara de tener un gesto maravilloso con el patinador. Esto sólo contribuyó a que mi vergüenza aumentara mucho más allá de lo posible. Busqué la mirada de Yuzuru, esperando encontrar allí refugio, pero el chico también me miraba divertido, como si se burlara de mí aunque yo sabía que más bien le divertía verme tan abochornada —¿Puedo abrirlo ahora?— Me preguntó y yo, sin pensarlo, contesté —Si, claro— Me arrepentí de inmediato, no pensé en la respuesta y solo solté aquello en automático pero en cuanto lo dije me arrepentí. Ese regalo, a pesar de que no era la gran cosa, se sentía demasiado personal, demasiado íntimo como para que lo vieran todos los demás. Quise detener a Yuzu, pero él ya estaba quitando el listón a la caja, un segundo después, levantó la tapa y se quedó mirando el contenido, lo tomó con los dedos y lo levantó, y allí estaba, a la vista de todos, un enorme corazón hecho de chocolate con un "Feliz cumpleaños" y un Winnie Pooh pintados con glaseado de colores. Poco me faltó para enterrar mi cabeza en el concreto y quedarme allí, escondida para siempre. Recé para que Yuzu entendiera el mensaje sin muchas explicaciones y cuando lo miré a los ojos supe que lo había hecho, suspiré mientras todo el mundo volvía a aplaudir y miré con alivio cómo Yuzu volvía a guardar mi extraña y sutil confesión en la caja, me sorprendió bastante cuando se acercó a mí y me abrazó, no lo esperaba para nada —Te tomaste el tiempo de investigarlo ¿eh? Gracias, es el mejor regalo— Murmuró bajito sobre mi oreja, riendo muy bajito luego de decirlo. Yo me sonrojé todavía más. Si, sí que lo había investigado, si uno quería confesarse al estilo japonés, lo más típico era hacer chocolate para la persona amada y si, me había tomado el tiempo de hacer el chocolate yo misma, así mismo decorarlo. Con un suspiro, bajé la cabeza, esperando ocultar mi sonrojo con mi cabello mientras Yuzu se alejaba de mí y todo el mundo retomaba las conversaciones que antes estaban teniendo.
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Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》
Fiksi Penggemar〔 Del lat. 𝘊𝘰𝘯𝘵𝘪𝘤𝘪𝘯𝘪𝘶𝘮 〕 ● 1.- m. p. us. Hora de la noche en que todo está en silencio. *no es Yuzuvier* *tampoco es YuzuruxEvgenia* EN EDICIÓN [ muy lenta ]