Capítulo I

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—¡¿Kakunodate?! ¿Y eso debajo de que roca está?— Danae miró a su padre con el ceño fruncido, la madre de la joven tuvo que ponerle una mano en el hombro para recordarle que no debía gritar y que debía de mantener el respeto hacia el hombre que le había dado la vida. Danae respiró profundo pero continuó mirando a su padre como si éste se hubiera vuelto loco, exigiendo explicaciones.

—Es un pequeño poblado de Japón Danae, es muy bonito, muy pintoresco, además, no sé por que te alteras tanto si cuando te dije hace un par de años que podríamos irnos a Japón la idea no pareció molestarte porque allá vive tu hermano ¿que ha cambiado ahora que pareces tan consternada?—

—¡Pues solamente que mi hermano vive en Tokio! No en ese pueblo olvidado por Dios que me has dicho, además ¡estoy recién graduada! Ya estaba haciendo planes para conseguir empleo aquí y...¡ya estaba haciendo mi vida! ¡No puedes hacerme esto!— Danae sabía que ya no era ninguna niña ni adolescente y sin embargo se estaba comportando como una, pero en realidad sí se le hacía de lo más injusto, apenas hacía dos meses que se había graduado como enfermera y ya había enviado solicitudes de empleo a las clínicas y hospitales en las que había aspirado a trabajar por años, su vida en Toronto ya estaba prácticamente hecha y aunque recién comenzaba, le hacía bastante ilusión, que le quitaran todo eso de un momento a otro le molestaba, le molestaba muchísimo. No lo consideraba justo. Actuando como toda una puberta, se levantó de la mesa y con un gruñido que pretendía hacerle ver ruda y realmente furiosa, caminó hasta las escaleras con pasos exagerados, subiendo hacia su habitación haciendo una rabieta tal cual adolescente hormonada.

Cerró la puerta de su habitación con fuerza y se lanzó hacia su cama, con el ceño fruncido, observó al techo, luego de un par de minutos observó a su alrededor, su habitación que hasta hacía cinco años había pertenecido a su hermano mayor, David, el que ahora se encontraba trabajando en una constructora en Tokio, Japón. No le cabía en la cabeza dejar esas cuatro paredes, ya suficiente había tenido con mudarse de México a Toronto hacía catorce años, si, ya había sido hacía bastante tiempo pero era algo que le había marcado de por vida, con tan solo ocho años no había entendido el por qué necesitaba dejar a sus amiguitos de la escuela, a su vecindario cálido y alegre, a todas esas personas que ya formaban parte de su vida. Le había costado una buena cantidad de tiempo para acoplarse a Toronto. Ahora, con veintidós años no quería volver a pasar por eso, ya era una adulta y lo sabía, pero estaba demasiado acostumbrada a su vida en Toronto y dejar su zona de comfort le aterraba un poco, era como un gato, los cambios le tensaban, le asustaban y la ponían gruñona. Estaba demasiado habituada a su ya muy cómoda rutina, a las personas con las que convivía; su padre canadiense, su madre mexicana, sus amigos, sus pasatiempos...¿no era extraño cambiarlo todo tan de pronto?

No tuvo idea de cuanto tiempo estuvo contemplando la situación y el techo de su habitación, pero cuando un suave golpe en su puerta le avisó de la presencia de alguien que quería verle, en la ventana ya se podía ver el atardecer —Adelante— Su voz aún sonaba irritada pero ya se encontraba más calmada. Al girar su cabeza para ver quien la visitaba, vio el suave y castaño cabello largo de su madre asomar por la puerta, junto con su bello rostro de facciones redondas y esa sonrisa radiante y conciliadora que su progenitora tenía, de esas sonrisas que te hacían pensar que todo en el mundo estaría bien solo si ella te sonreía.

—¿Puedo pasar Dan?— La aludida asintió y con un suspiro se incorporó, sentándose sobre la cama con la espalda recargada sobre la cabecera, se dio cuenta de que su madre llevaba unos cuantos papeles en la mano, su curiosidad natural le empujó a preguntar, pero su sentido de la prudencia le decía que ahora no era el momento para eso. Su madre se acercó y se sentó en la orilla de su cama, dejando los papeles a un lado por un momento. La madre de Danae la miró por casi un minuto entero, como si estuviera estudiando a su hija mientras la aludida simplemente mantenía la mirada baja, en silencio, esas miradas de su madre le hacían sentir que había hecho algo increíblemente mal.

Conticinio 「𝙔𝙪𝙯𝙪𝙧𝙪 𝙃𝙖𝙣𝙮𝙪」《TERMINADA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora