Prólogo

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Llegué del instituto con las lágrimas a punto de salir de mis ojos. Esos idiotas cada día se superan en hacérmelo pasar mal, pero para la orientadora todo es imaginación mía. Mierda de instituto, joder, ¿Por que tuve que cambiarme?

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que ya estaba en mi portal. Respiré hondo para guardar las lágrimas y saqué las llaves cuando me vi con la suficiente fuerza para hacerlo. Miré el buzón, como de costumbre, y en vez de coger el ascensor, subí las cincuenta escaleras que había hasta mi casa, como de costumbre. Abrí la puerta y me llegó el olor de las lentejas con chorizo como un puñetazo. Mis tripas rugieron pero yo me sujeté el estómago y me dije que era fuerte, que podía estar otro día entero sin comer. Entré en la cocina y era hora de actuar, así que se levantó el telón.

-Hola cariño, ¿Qué tal el colegio?

La misma pregunta de siempre, que se termina convirtiendo en rutina.

-Hola, mami. Bien.

La misma mentira de siempre convertida en rutina.

-Me alegro. Siéntate que ya está casi la comida.

La misma conversación de todos los días.

-No mami, me sigue doliendo mucho la tripa.

-Cariño, ya es el segundo día. Tendrás que comer algo.

-De verdad que me duele la tripa mucho mamá. Me he tenido que tomar un Ibuprofeno en el instituto.

Me dolía mentir a mi madre a la cara, pero en este caso la verdad dolía más que la mentira.

-Bueno, pero tómate una manzana por lo menos.

A pesar de la sonrisa que le puse a mi madre como un "vale", por dentro solo quería coger esa maldita manzana y encerrarme en mi cuarto a llorar en silencio.

-Está bien... Pero me la comeré en mi cuarto que tengo que estudiar para un examen de mañana.

-Vale cielo, ¡Pero cómo mañana te siga doliendo llamaré al médico!

Me encerré en mi cuarto para no oír a mi madre. Ya tenía demasiados remordimientos. Me comí la mitad de la manzana y la otra mitad la escondí en la basura. Cogí la botella de agua que sería lo único que en esa tarde me llevaría al estómago y un par de chicles de menta. Me senté en el escritorio y abrí el libro de Física y Química por la tabla periódica que llevaba una semana intentando implantar en mi cabeza. Pero era imposible, y lo peor es que o aprobaba ese examen o me quedaba la evaluación. Y ya sería la cuarta asignatura que me quedaba del trimestre. En mitad de todo esto, oí a mi padre entrar en casa, pero no apareció en mi cuarto, que tampoco lo esperaba pero...

Era incapaz de concentrarme. Llevaba una hora mirando el libro como una tonta cuando la puerta de mi cuarto se abrió y apareció mi madre.

-Cariño ¿Cómo vas?

-Pues bien, me falta la mitad.-mentí.

-Me alegro. Oye, tu padre y yo vamos a salir a comprar, estaremos fuera más o menos una hora y media.

-Vale.

-Te voy a comprar esos bollos de chocolate que tanto te gustaban de pequeña.

Chocolate. Para mí la frase acabó nada más dijo esa palabra.

-No mamá, no hace falta, en serio, la última vez me sentaron mal

-Ah, bueno, en ese caso nada... Adiós cariño.

Me dio un beso y luego se fue. Así que me quedaba sola en casa... No sé como terminé cogiendo un bote de pastillas y yendo a mi cuarto, lo único que pensaba era en acabar con todo eso...

Estaba mareada, y a decir verdad, muy mareada. Pero no sé cómo pude coger un bolígrafo en mano para a menos dar una explicación de mis actos. Me costaba mucho escribir. Creo que era por el efecto rápido de las pastillas que había ingerido apenas unos minutos antes. Sabía que actuaban rápido pero nunca pensé que para tanto. Aunque si lo pensaba mejor, casi que tenía suerte de que fuese así. No sabía cuánto tardarían mis padres en volver... Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar en ello. Me las sequé y seguí escribiendo.

"...Lo siento mamá, siento haberte contestado, y haberte gritado todas las veces que lo he hecho. Y lo siento papá, siento no poder hacer todo lo que tú querías. Siento dejar todo a medias, y siento no ser la mejor en todo. Siento no haber llegado a ser la hija que queríais. Dani, siento ser una pésima hermana, me siento fatal por todas esas heridas que te hice al pagar mis enfados contigo. Queridos abuelos, se que lo normal es que yo os viese morir a vosotros, siento que esta vez sea al contrario. Perdón por ser otra persona a la cual tengáis que ver morir pero yo no he superado la muerte de mi abuela materna como ya sabéis todos. Muchos no entenderéis mis actos y es normal, pero este mundo me ahoga, no puedo respirar..."

Se me cerraron completamente los ojos, y me caí encima de la mesa, dormida, pero no antes de ver a mi madre entrar a mi cuarto, y empezar a gritar. Y después de aquello ver entrar a mi padre... Pero ya no me acuerdo de más, solo sé que deseaba estar muerta y que los párpados me pesaban y se caían lentamente.

Pensaba que si mis padres me pillaban despertaría días después en el hospital, pero no esperaba que pasase esto...

Amnesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora