Capítulo 8. Parte 1.

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Después de ese largo abrazo, y de hacer una especie de ceremonia, para 'convertirnos' en parabatais...

Guau.

Hace un mes no creía que tuviese una nunca, ni siquiera pensaba que tuviese novio nunca, solo quería morir. Y ahora tengo la parabatai más perfecta que se puede tener y al novio más...

Pensar en Jorge me hizo volver a llorar. Estaba en quirófano desde hace más de... no sé cuántas horas, había perdido la noción de tiempo.

-¿Qué hora es?- dije secándome las lágrimas.

-Son las ocho y media. Y Jorge entró en quirófano a las cinco. Sí, se que lo preguntas por el no me mires con esa cara.

Vamos, que llevaba tres horas y media y todavía no sabía si había salido. Pero antes de que pudiera divagar más Raquel me cogió de la muñeca y tiró de mí con una fuerza sobrehumana para mi.

-Vamos a ver como va todo.

-No porfavor Raquel, no me encuentro con fuerzas.

-Vamos Tati, si ya ha salido del quirófano y se ha despertado seguro que lo primero que quiere ver eres tu.

Al final dejé que tirase de mí como si fuese un perro, pero de mala gana por mi parte. Cuando llegamos a la sala. la enfermera de turno nos dijo que Jorge ya había salido del quirófano, pero que todavía no se había despertado.

-¿Puede pasar Tati a verle? Es su novia, a lo mejor por las vibraciones estas raras se despierta.

-No está en coma Raquel, no se le ha pasado el efecto de la anestesia, nada más.-Replicó la enfermera.

-Porfavor, dejala pasar aunque sea diez minutos.-suplicó Raquel por mi, yo prefería mantenerme al margen.

-Bueno, pero solo diez ¿eh? Ni uno más ni uno menos.

-Perfecto, muchas gracias- le contestó sonriente, luego acto seguido me empujó hacia la puerta- ¡Pero quieres dejar de perder el tiempo y entrar ahí dentro!

Hice lo que Raquel me decía pero con más delicadeza de la que ella ponía, abrí la puerta lentamente para no molestar a nadie. La habitación estaba completamente en silencio, habían puesto un poco la calefacción; así que no hacía frío, pero para mi que estaba muy nerviosa hacía un calor agobiante. La habitación era como cualquier otra, grande y blanca. Los hospitales deberían cambiar los colores de las paredes, el blanco termina resultando deprimente. Aunque era una habitación destinada a dos pacientes allí solo estaba Jorge. Y con solo me refiero a que no había ni un familiar, lo que a mi me venía de lujo por que así podía tener diez minutos de privacidad.

Cuando recordé que solo constaba con ese periodo de tiempo, es cuando por fin decidí alzar la vista hacia el. Estaba conectado a la máquina de las constantes vitales y tenía tubos conectados por las manos. Vamos, lo que te ponen siempre. Llevaba el típico camisón de hospital azul pero aún así yo lo veía precioso. Era precioso y yo tenía suerte de que me quisiese como sabía que el me quería.

Con cuidado cogí una silla y sin arrastrarla me senté a su lado y le cogí de la mano. Verle allí tan indefenso, dormido pero no como las noches que habíamos pasado juntos. Nunca hasta entonces me había dado cuenta de lo mucho que significaba para mi y fue entonces cuando agarrada a el rompí a llorar. Estuve menos de un minuto llorando hasta que me recordé a mi misma que estaba allí para animarle y transmitir buenas vibraciones, que seguro que todavía no había hecho nada de eso. Me sequé las lágrimas y le di un suave beso en los labios. Seguidamente empecé a hablar.

Amnesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora