Capítulo 3. Parte 1.

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 Cuando terminamos de comer, Raquel quería meterse a la ducha, pero antes de que lo hiciera la pregunté:

-¿Y eso de Campanilla?

-Nada, que eres majísima y buena persona por lo que puedo notar, si Campanilla hubiese existido serías su amiga seguro- Y me sonrió- Y ahora si no te importa, me voy a duchar.

Me quedé un poco tocada, por más que suene a sueño de cría siempre he pensado que algún día Campanilla vendría a salvarme de este mundo de psicópatas. Y pensando en esto, pude dormir un rato para recuperar el sueño atrasado.

Cuando salió del baño me pego un susto tan grande que yo pensé que se me salía el corazón. Me giré y la vi tumbada de la risa, así que yo también empecé a reír, pero escandalosamente. Cuando por fin nos callamos, pude observar con claridad lo que en un principio no pude: sus ojos. Eran preciosos, una mezcla de miel y gris.

-Tus ojos, dios mío son preciosos.

-¿Tú crees? A mi me parecen de lo más normal. Los tuyos marrones son únicos, nunca había visto unos iguales.

-¿Tú de qué planeta vienes? ¡Más de la mitad de la población tiene los ojos de este color!

Ella se rió, pero no me contestó. Me cambió de tema.

-Cámbiate anda, he oído que todas las tardes los demás pacientes se reúnen. Quiero salir de este cuarto, tanto blanco me recuerda a casa.

Me miré las ropas. Camiseta azul y pantalón largo rojo.

-¿Por qué? Si voy bien.

-Ay, Tatiana. Ahora estamos aquí, por lo menos démonos una alegría y salgamos a ligar.

-Mmmm, no creo que ligue, es decir mírame.

-Te miro y veo a una chica preciosa, pero que vestida sí seguro que no liga ni pagando.

-Gracias hombre. eso me sube la moral.

-Te he llamado preciosa-Y sonrió.

-Vale, pero ¿Y qué me pongo?

-Déjame mirar anda.-Inmediatamente empezó a sacar ropa de mi cajón. Cogió mis vaqueros 'ajustados' negros, mis vans preferidas (Son de un azul turquesa, preciosas, os lo aseguro) y mi camiseta preferida. Una con la runa de Parabatai. Siempre he querido tener un parabatai, pero no creo que lo tenga nunca, en fin, se trata de mi...

-Esto, aparte de ser monísimo, combina genial.

Asentí (la verdad es que era un conjunto precioso) y me metí al baño a cambiarme. Cuando salí, Raquel me lanzó el móvil, lo cogí al vuelo, y me hizo una señal para que saliera del cuarto. Al parecer llegábamos tarde.

Una vez fuera nos recorrimos pasillo tras pasillo hasta encontrar una sala pequeña, pintada de un lila que me hacía sentir relajada. Dentro estaban unas siete personas sentadas en sillas sin orden alguno, agrupadas en diferentes grupos y cada uno tenía un tema de conversación distinto. Pero cuando entramos todo el mundo se calló y hubo una oleada de saludos y por un lado y silencio y expectación por otro.

-Pero bueno, dos personas nuevas. ¡Y son chicas! Soy Rubén, presentaros por favor- nos señaló un par de sillas para que nos sentaramos- contarnos algo sobre vosotras.

Empecé yo:

-Hola, soy Tatiana y bueno, tengo quince años. Sufro de anorexia y de bipolaridad y estoy sola.

Luego fue Raquel.-Yo me llamo Raquel, estoy aquí por bulimia y por propia voluntad. Tengo dieciséis años y como a mi amiga- Era la primera persona que me consideraba una amiga- también estoy sola.

-Bueno, ya no estáis solas, nos tenéis a nosotros. La pandilla de internos del hospital.

-¿Así os llamáis como conjunto?-preguntó Raquel.

-En realidad me lo acabo de inventar.-Y se rieron todos.

Amnesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora