Capítulo 9. Parte 3.

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Sobre las siete de la tarde Jorge tuvo que volver a la habitación pero me dijo que le preguntaría a la doctora como había cenado. No cuestioné que lo fuera a hacer o no. Sabía que lo haría, y aunque yo me comí toda la tortilla de patata ( las 320 calorías de la porción) el cumplió con lo que dijo.

Sobre las nueve Raquel y yo habíamos acabado la cena y la doctora ya se había ido. Sí, tardamos dos horas en comer ¿qué pasa? Cuesta asimilar toda la mierda que te metes al cuerpo y mientras poner buena cara.

Hoy Raquel había insistido en tener una noche de chicas, así que en vez de lo que pasa de costumbre (los chicos vienen a nuestro cuarto) nos quedamos ambas solas en la habitación. Primero hablé yo:

-Bueno, y qué hacemos.

-Hablar.- repuso Raquel sonriendo.

-Y de que hablamos.

-De cosas.

-Me encanta que seas tan objetiva, bien.- me rei.

-Yo quiero hablar de una cosa que me tiene atrapada en la curiosidad pero me da vergüenza…

-Dispara- dije sin dejarla terminar.

Suspiró.

-Me gustaría terminar de leer tu diario.

-Pues claro, voy a cogerlo, espera.- dije sonriendo al tiempo que  me levantaba de la cama para ir a coger la caja azul donde estaba mi diario. Este se podría confundir con el típico libro que tienen las madres lleno de recetas. Solo que es completamente negro aunque si lo pones de forma que le de la luz de refilón puedes ver pequeñas gotas. De todas las noches que me dormí llorando con él entre los brazos. Olía a rosas ya que le tuve que rociar con colonia por que… una noche me pasé y lo manché de sangre. Se lo tendí a Raquel.

-¿Por donde vas?

-Pues creo que me he quedado en el 14 de febrero.

-Ah. El día de San Valentín, sí. Creo recordar que puse.

A continuación Raquel empezó a leer aquel desastroso día de mi desastrosa vida.                                                                                                       14 de Febrero 2014

Hoy es San Valentín.

No me importa. Nada. No cambia nada. Nada ha cambiado. Yo estoy sola, enfrente del espejo preparándome para el infierno, sola. Cuando he salido de casa pensé que no sería distinto a otros días, que todo seguiría igual. Y así ha sido si ignoramos los ramos de flores que llevaban las chicas a clase. Orgullosas de tener novio y presumiendo de que su chico es el mejor. Eso no me molesta. Para nada, me da igual. Que me importan unas estúpidas rosas que te regalan hoy, por ser San Valentín cuando luego pasan de ti todo el año. Me da pena pensar que Vanesa presume de su ‘super mono y el mejor de todos’ novio, cuando toda la clase sabe que él la engaña con su mejor amiga. Qué penoso. Aunque más penoso es que se presente con un ramo de rosas más grande que su cabeza y se lo de a ella con una gran sonrisa en los labios. Sonrisas falsas, amores de mentira. Para qué quiero yo eso.

No, eso no me molesta.

Pero hay otra cosa que sí.

A pasado a la salida.

David está saliendo desde hace dos meses con la que es considerada la más popular de toda la clase, Rosa.

Hoy había faltado al instituto por lo que no he tenido que tragarme regalitos ni besos.

Pero a la salida allí estaba el. Con un enorme oso de peluche y la mayor cantidad de flores que se pueden llevar en una mano. Y un gran cartel donde ponía:

                 ROSA, TE QUIERO.

En una fracción de segundo, antes de que su novia se le tirase en koala, nuestras miradas se han cruzado. He salido corriendo con las lágrimas en los ojos. El se estaba divirtiendo con todo esto.

-Joder, yo mataba a ese hijo de puta.

-Tranquila. Esa vez el Karma fue bueno conmigo.

-Anda ¿Y eso?

-Sigue leyendo.

Amnesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora