Capítulo 1. Parte 1

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Me odio.
Hola, me llamo Tatiana y me odio.
Llevo cuatro malditas semanas encerrada en este hospital de mierda. Estoy aquí por intento de suicidio, me tomé unas pastillas que solo me dejaron un poco tonta y por lo tanto aunque al principio me costó acordarme de todo, ahora recuerdo hasta el más mínimo detalle: Mis padres se habían ido a comprar y pensé que tendría por lo menos hora y media, pero las pastillas no estaban donde las dejé y se me fue el tiempo buscandolas. Para cuando me tomé las veinticinco pastillas, mis padres tardaron solo quince minutos en llegar a casa, y yo solo estaba levemente dormida. Me desperté, no sé cuánto tiempo después, por culpa de un pitido que se repetía cada pocos segundos, en una habitación blanca, con cables conectados a mis manos y llevaba una bata blanca. Me dolía la cabeza y mis muñecas estaban a la luz por que la bata que me habían puesto era de manga corta (Lo que hacía que estuviese congelada), junto a los cortes en ellas. Vi a mis padres, que empezaron a llorar cuando me vieron despierta, o casi, porque estaba muy cansada y mis párpados se cerraban. Pero mi padre salió en busca del médico, que trajo a un psicólogo con sigo. No tuve tiempo para volver a dormir.Este se sentó a los pies de mi cama y me preguntó cómo estaba. Intenté moverme pero la máquina a la que estaba conectada empezó a pitar con más fuerza, lo que hizo que sintiera como un tambor en la cabeza. Luego me explicaron que esa máquina llevaba el control de mis constantes vitales, y que al haber ingerido tantas pastillas, estaba muy débil y a mi corazón le costaba hacer hasta el más mínimo esfuerzo.No pude contestar muy bien, porque no podía hablar normal. Me preguntaron el porqué de mis actos. Y a esa pregunta no contesté, no porque no podía, sino porque no quería.Cuando se fue el psicólogo, pedí a mis padres que me dejasen sola un tiempo. Y cuando estos también se fueron,empecé a llorar. No había salido como quería y ahora mis padres estarían destrozados y traumatizados de por vida.  Al día siguiente entró una mujer que se presentó como Angie y me dijo si quería llamar a alguna amiga. Al ver que no contestaba, que ni siquiera la miraba me preguntó si todo iba bien. Y la verdad era que no, no iba nada bien porque empecé a llorar y yo no lloro en público. Cuando me hube tranquilizado le expliqué que en mi instituto nunca congenié con nadie, que todos me trataban como la rara, por lo tanto no tenía amigos.Ella tuvo que ver la desesperación en mis ojos, porque se levantó y me abrazó.Intenté reprimir las lágrimas pero me era imposible. Era cierto, estaba sola.No había ido nadie a verme, solo mis familia y casi ni eso, por que mi hermano mayor estaba fuera del país y mi padre no se habla con mis tios. Mis abuelos no viven aquí cerca y a mi tío materno nunca le he gustado.Me explicó que ella fue anoréxica de adolescente y que por eso se hizo psicóloga, para ayudar a chicas como yo, lo vi bien, ella por lo menos nos entendía. No se porque, pero su confianza y su manera de explicar su pasado me hizo estar cómoda con ella. Por eso pedía que viniese ella cada vez que me tocaba visita del psicólogo, por eso, y por que sabía que ella había pasado por ello y que me comprendería un poco más. Y por lo menos así era. Eso llevo mi estancia en el puto hospital algo más llevadera. Por los menos esas cuatro semanas de pruebas, psicólogos y preguntas. Querían asegurarse, ya de paso, que tuviese todas mis vacunas en orden y que no tuviese ninguna alergia a los medicamentos que me iban a dar.Mis padres venían al hospital todos los días por la tarde, porque por la mañana trabajaban, y eso me daba a mi margen para pensar, aunque sabía que eso no me hacía bien. Me traían libros, libros y más libros. Amo leer. Es la única forma que tengo de escapar del mundo. Los libros son lo único que me hace sentir que no estoy completamente sola.Así que así pasaba mis días, leyendo y hablando con Angie. Me cambiaron la bata por que lo pedí y me dejaron ponerme mi ropa, no me gustaba ese color, me hacía parecer un fantasma. Un día Angie me hizo una visita especial. Llevaba consigo un “mapa” del cerebro y me mostró la parte que este tiene para analizar los momentos malos  y que en una persona con depresión esa parte ocupa más, nos incapacita para disfrutar de las cosas cotidianas por el dolor y/o el sentimiento de culpabilidad por algo. Me interesó la complejidad del cerebro y sin embargo cuántos problemas podemos tener solo por este. Se supone que es un órgano listo, que debe eliminar los acontecimientos malos de nuestra memoria. Pues va a ser que no.

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